Opinión

La suerte está echada

MARTES, 13 DE JULIO

Las nuevas generaciones ya no conocerán a aquellos sabios barman y camareros de toda la vida. Entrabas, ponían tu consumición y eran como un oasis. Te acogían cálidos, sabían de tus gustos, de tu vida, y con un vistazo a tu rostro sabían cómo iban las cosas. Conocí a verdaderos barman consuelo; te escuchaban impávidos y con frecuencia daban la clave para resolver tus tragedias. Mi favorito decía siempre al despedirme “no es para tanto…”. Y aquella frase me reconfortaba tanto como el “vete en paz” del confesor.

 

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Pero te cuento, nuestro local ha cambiado de camarero. Escribí una vez sobre él, era de Tetuán, me quedó grabada su sentencia coránica sobre la violencia: “Sólo hay que tirar piedras a los árboles cargados de frutos”. Mira tú, el nuevo también es marroquí, Ibrahim. Hoy sólo estamos tres tertulianos, el profesor, el abogado y yo. Nos cuenta: “Llegué hace apenas un mes, cuando el rey Mohamed dijo que iba a poner el servicio militar obligatorio, enseguida me busqué la vida y escapé disparado. Allá en el Sáhara hay muchos tiros. Nací en Alhucemas, cerca de Nador”. El abogado, hoy un poco impertinente, lo mira y le espeta con esa suficiencia tan española: “Allí en Alhucemas os dimos la paliza de vuestra vida, leí mucho sobre aquello, creo que fue en septiembre de 1925. Allí vengamos a todos nuestros muertos y vuestro líder invencible Abd el-Krim huyó con el rabo entre las piernas”. El abogado se embala y añade reflexivo: “Fue como el Día D en 1945 en las playas de Normandía. Menudo ejército llevamos, decenas de aviones y tanques, cerca de medio centenar de buques y cerca de veinte mil soldados, algunos franceses. Encima colaboró con nosotros el general francés Pétain”. Ibrahim escucha abrumado y con toda la paciencia árabe en su mirada. Ahora el abogado se dirige a nosotros, sus dos contertulios: “¿Sabéis quién fue el primero que bajó de las barcazas aquel día victorioso de septiembre de 1925 en la playa de Alhucemas? Pues fue el que más tarde sería nuestro dictador, Franco, con tres banderas de la Legión. Franco escribió literalmente en su diario: ‘La corneta suena y la suerte está echada”.

El profesor, un poco harto le da una palmada en la espalda al abogado que cuenta eufórico aquella proeza: “Calla ya, no sé de dónde te viene tu fervor patriotero si en toda nuestra historia en Marruecos los rifeños no pararon de degollarnos con la gumía, ese eficaz puñal de hoja corta, ancha y algo curva”. Hay un largo silencio, Ibrahim llena de nuevo nuestros vasos de gin tonic. Con una mirada esquiva, por fin nos espeta: “¿Saben ustedes que está muy cerca el 20 de julio? Es una fecha que yo estudié en la escuela en nuestros libros de historia”. Ahora Ibrahim habla muy despacio como pensando las palabras: “Pronto se cumplen justo cien años de aquella victoria de Abd el-Krim en Annual. Allí quedaron esparcidos los diez mil cadáveres de los soldados españoles, lo que llaman ustedes el desastre de Annual”. 

La frase de Ibrahim nos sentó como una hostia a los tres contertulios. Ibrahim se da cuenta y no sabe dónde meterse, pero aún añadió muy bajo: “Sus legionarios también entraron a sangre y fuego arrasando con sus bayonetas humeantes en las cabilas”. Se envalentona Ibrahim: “En mi tierra de Alhucemas hay un exceso de cánceres. Los estudiosos afirman que es el fruto de los gases venenosos y las armas químicas que ustedes utilizaron en mi tierra, el Rif”.

(Los tres contertulios salimos del local silenciosos y pensativos, un poco doloridos. El abogado hace su autocrítica y recita aquel terrible poema de Gil de Biedma, que retumba en la calle como una oración fúnebre: “De todas las historias de la Historia,/ la más triste es la de España,/ porque termina / como si el hombre, harto ya de luchar con sus demonios,/ quisiera terminar con esa historia/ de este país de todos los demonios”.)

JUEVES, 15 DE JULIO

Hay que joderse, el psiquiatra me dijo el otro día: “A mi consulta están llegando chicos que se deprimen porque cierran los bares”. Pues te cuento, hermano lector y lectora, ahora que las villas yacen moribundas quedé asombrado en Verín. Percibí como si hubiese una revolución cultural. La biblioteca es una joya y, sorprendente, quizás sea la que tiene más lectores de jóvenes y mayores por habitante. No vayas a creer que estas líneas son un baboseo. Imagínate, hay más de veinte jóvenes voluntarios que colaboran con pasión y estrechamente con el centro. No paran. Cuentacuentos, ejercicios literarios, búsqueda de autores y sobre todo investigan para recuperar los grandes talentos olvidados que ha dado la villa. Su trabajo de investigación sobre el inolvidable Jesús Taboada ha sido minucioso y certero. Ahora están con otro grande, Eloy Luis André, un filósofo y pensador que compitió y está a la altura de Ortega y Gasset. No sé en otros aspectos, pero el objetivo de humanizar Verín parece que marcha. Y cierto, todos lo dicen, la gente que trabaja en la Biblioteca se deja la piel cada día. En las paredes lucen versos y citas de autores locales. Cabe recordar que Verín a lo largo del siglo fue cuna de artistas y escritores. Hubo un tiempo, allá en los cincuenta, que se decía: “Para caballeros, los de Verín”. Cuentan que entonces era ya la villa que daba más abogados de Galicia. Ya Unamuno decía: “Esa ciencia triste que es la Economía”. Las dos alternativas: tener o ser. Tener más cosas o “ser más por dentro”. En estos extraños tiempos, qué gran acierto apostar por la cultura.

Supongo que allá en mi villa fronteriza y clandestina, los chicos no acudirán al médico: “Doctor deme pastillas, cierran los bares y lloro”.

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