Opinión

"Todo está en Platón"

Cuando Nuria Espert llega a la ciudad, inevitablemente, tienes una cita. Es la más grande. Nadie ha dicho el verso como ella.

¡Ah!, su voz estremecida, a veces lenta y cavernosa. La vasta presencia del silencio. Los médicos del alma dicen que la palabra cura y el verso dicho por Nuria Espert hace que la lumbre regrese a tus ojos.

Mi amor por Nuria comenzó en el 71, una fría tarde en que representó 'Yerma' en el Teatro de la Comedia. Allí estaba toda mi generación con la revista 'Triunfo' bajo el brazo y el jersey de cuello de cisne. Nutridas filas ante la taquilla y los “reventas” haciendo caja. Todo fue deslumbrante. Llevó la obra por el mundo, incluso la representó en la inasequible URSS de entonces.

Recuerdo, yo era un estudiante novato de Periodismo; en la Escuela hacíamos un periódico y allá me fui a su rueda de prensa. Con voz temblorosa le pregunté algún tópico sobre el teatro. Ella me miró con sus ojos turbadores y me espetó sonriente: “Todo está en Platón, hijo”.

Al finalizar las entrevistas, Nuria miró el reloj con elegancia, hizo una pausa y dijo suavemente: “Como en la obra 'La gaviota', de Chejov, adiós, señores, y que Dios proteja a los caminantes sin refugio”.

Después, 'La casa de Bernarda Alba'. Fue tan impresionante que Glenda Jackson le pidió que la dirigiera para interpretarla en Londres. Obtuvo el Premio del Círculo de Críticos en Inglaterra.

El jueves nos visitó en el Principal. Qué mujer. Qué valiente. No se arredra por los ochenta años que va a cumplir. Allí estuvo casi dos horas, sola, magnética y perturbadora. Arremetió con una de sus obras más difíciles escrita por Shakespeare: 'La violación de Lucrecia'. Cuenta, con escalofriante violencia, el ultraje y el posterior suicidio de la esposa de Colatino. Han pasado tantos siglos y son los mismos males los que acosan a la mujer. Nuria hace tres papeles: Tarquino, el violador; Lucrecia, la violada, y el marido de ésta. Aquello llevó la república a Roma.

Fiel a su estilo, Nuria buscó la austeridad en el escenario, breves notas musicales y fue leal a su máxima de toda la vida: “Hay que darle el valor absoluto a la palabra”.

(Nuria afirma “ahora, al terminar la obra, enseguida, para la camita”. ¡Ah!, aquellas noches del 71 acudía al pub de Santa Bárbara, allá en Fernando VI, abrevadero de la progresía. Nuria se sentaba al fondo, discreta, siempre de negro, en ocasiones con un sombrero muy inglés.

De cuando en cuando se reía a carcajadas. Como si todos los personajes que representó salieran afuera en un conjuro. Intermitentemente guardaba silencio y daba tragos lentos a su gin tonic. En los bolsos de todos nosotros había siempre libros del poeta granadino.

La vi actuar muchas veces. Jamas le volví a preguntar nada. Fue suficiente: “Todo está en Platón, hijo”.

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