Opinión

A tumba abierta

Va mi amigo y me espeta: 
“Hace tiempo que no escribes del lado oscuro. Ayer mismo, hacia las tres de la madrugada, sentí el aguijón de una navaja en mi cuello.
Caminaba en ese estado de beatitud del que regresa de una noche de copas. Te cuento, el fulano me dio una oportunidad. Me dijo con tono lastimero ‘deme el euro que me falta para pagar la pensión’. Yo apuré el paso y le miré con altivez.
De pronto, se puso ante mí. Su voz sonó insultante: ‘Pues ahora, pringao, me lo das todo. La visa, su número, la cadena, todo’. Sentí el filoso cuchillo en mi piel. Le di todo. El fulano añadió: ‘Abre el buzón’. Desconcertado, pregunté: ¿el buzón, qué buzón? Y él escupió: ‘La boca, mamón, a ver si llevas dientes de oro’.


El tipo olía a tabaco y mala leche. Desde lejos me lanzó con desprecio un euro a la cara. ‘Toma para tu pensión'. Me quedé inmóvil…”
¡Ay!, atracos, el lado oscuro. Esos seres pálidos que caminan en la noche. Yo también tengo mi atraco secretamente autobiográfico. Pero antes, recuerda la certera canción de Sabina: “Pacto entre caballeros”.


La letra habla de tres chicos que venían “hasta el culo de caballo”. Joaquín sintió el acero en su garganta. Les dio diez mil quinientas y un ‘peluco’ marca Omega. De pronto, le reconocieron: “Oye, colega, te pareces al Sabina, ese que canta”. Lo llevaron de garitos y de putas. Le pagaron a Maruja 'la Cachonda'. “Nos pusimos como motos con la birra y los canutos. Protegidos por la luna me dejaron en mi ‘keli”.


Allá voy con mi historia autobiográfica. Regresaba de un concierto en el Madrid a tumba abierta de los 80. A mi espalda, sonó una voz cavernosa: “Venga, mamoncete, dame la tela y el colorao”. Tuve un flash, quizá porque sentí un leve temblor en su voz. De repente, di la vuelta y él se sorprendió cuando le dije: “¿Qué haces, colega? Soy de Carabanchel y como tú busco un pringao para ponerme”.


(La chupa de cuero me daba un toque clandestino. El tío tragó sin más. Me tomó del hombro: “Vamos juntos, asoma el ‘mono’ y el camello no me fía”. Te juro que me vi atracando. Una pareja elegante caminaba por la acera de enfrente: “Controla, yo voy a por ellos”. Aproveché una bocacalle y me largué corriendo.) 

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