Opinión

Democracia y uso alternativo de la forma

En un mundo jurídico dominado por la oscuridad y la abstracción de las normas, con un formalismo desatado que sirve a los intereses del poder de turno, a la tiranía y al despotismo, especialmente en estos tiempos de excepcionalidad, avanzan la inseguridad, la inestabilidad y la incertidumbre, campos dónde florece la lógica de la dominación y de la fuerza como motores de las relaciones sociales, también de las jurídicas. Se impone el derecho a la fuerza, no la fuerza del Derecho.

En este contexto, quienes disponen del poder exigen el máximo rigor formal, summum ius, al servicio de los fines más inconfesables. Este comentario de Bourdieu refleja perfectamente el marco que reina en los regímenes formalmente democráticos, carentes de los más elementales valores del Estado de Derecho. En estos sistemas en los que el poder es absoluto en la práctica, la forma se presenta como el envoltorio, el caparazón, a través del cual se ejerce la tiranía en los sistemas formales de Estado de Derecho. En el caso del partido con mayoría absoluta en elecciones democráticas, el régimen de dominación general, salvo gobernantes firmemente comprometidos con la democracia, se va instaurando poco a poco conforme se inicia el proceso de la exaltación y glorificación de la forma, hasta acabar en el dogma del procedimentalismo, que suele ser, como la historia acredita, el abrevadero de los temerosos de las libertades y del pensamiento crítico.

En la lógica del uso alternativo del poder a través del uso alternativo de la forma, quien manda, a través de la unilateralidad de la forma, sin importar su contenido o su adecuación a los valores del Estado de Derecho, se impone frente siempre sin importar otras consideraciones. Quien tiene el poder en cada momento, salvo que esté convencido del sentido democrático del ejercicio de las potestades, cada vez más olvidado, como vemos en estos días de Estado excepcional en la crisis del coronavirus, puede imponer una determinada estrategia, la realización de determinados intereses, o tal o cual ideología, a través de la fuerza de la mayoría. Tal sublimación de la forma y su principal consecuencia, el uso de la fuerza, se hace a través de jugar con la regla, a través de la elección en cada caso, sin límites sustanciales, de la forma más conveniente y adecuada para la imposición de la propia voluntad. Hoy lo experimentamos con meridiana claridad.

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