Opinión

La dignidad del ser humano

La historia de la humanidad, preñada de luces y sombras, demuestra que la dignidad humana en ocasiones ha estado supeditada al dominio de los fuertes. La esclavitud en todas sus formas, las torturas, y toda clase de discriminaciones, han jalonado muchos períodos de la vida del ser humano en este mundo. Hoy, a pesar de estar en el siglo XXI, y de que existen muchas normas jurídicas internacionales y nacionales que prohíben los tratos inhumanos o degradantes, es una vergonzosa realidad constatar que todavía existen expresiones, más o menos sutiles, de lesión y laminación de la dignidad del ser humano.

Ahí están, por ejemplo, las tratas de personas, las ablaciones del clítoris a tantas mujeres en países bien conocidos, la tolerancia con determinadas formas de agresión a mujeres con escasos recursos económicos, la explotación de los niños y las niñas, enviados no pocas veces a la muerte en numerosas guerras, las prácticas orientadas a provocar la muerte de personas consideradas inútiles, la matanza de quienes están a punto de ser y, por supuesto, el sometimiento a abyectas condiciones de vida a tantos y tantos trabajadores, incluso con brillantes carreras, en las oficinas de grandes compañías ubicadas en lujosos y vanguardistas edificios de modernas ciudades.

El imperio del mercado, sin límites ni controles, llega incluso a dar por bueno, en algunas latitudes, que se comercie con las personas. Se autorizan transacciones que tienen como objeto contractual las personas. Ahora, entre nosotros, la compraventa de los llamados vientres de alquiler. Es decir, los efectos del tráfico mercantil en relación con la mujer y su cuerpo y el niño por nacer o ya nacido.

Cuándo se horada y se lesiona de tal forma la condición humana saltándose a la torera las más elementales reglas, es momento de levantar la voz y reclamar que se proteja la dignidad de la persona y que los contratos versen sobre cosas y no sobre seres humanos, pues tales prácticas nos retrotraen a momentos de la historia en los que la esclavitud se toleraba y las tratas de seres humanos campaban a sus anchas.

Ahora, en el siglo XXI, en el marco de una crisis general que golpea a los más necesitados, de nuevo los fuertes pretenden sacar tajo de la maternidad subrogada. Una nueva forma de explotación económica que lleva a mujeres con dificultades económicas en el llamado tercer mundo a alquilar su cuerpo y vender a su hijo a personas con recursos de los países desarrollados. Legitimar tales prácticas como las diferentes formas de esclavitud, más o menos sutiles, de este tiempo, ayuda a comprenderla actualidad de una lucha que todavía hay que dar para liberar al ser humano de tantos y tantos ataques como se perpetran en el presente. La dignidad humana, pues, precisa de nuevo de defensores y de compromisos fuertes. Quien lo podría imaginar en pleno siglo XXI.

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