Opinión

El ethos de la buena administración


El ethos de la Administración Pública descansa, nada más y nada menos, que en esa trilogía que utiliza la Constitución para caracterizarla:  servicio objetivo del interés general. 

En efecto, esa vocación de servicio objetivo al interés general que expresa la esencia de la Administración, se proyecta no sólo estructuralmente, sino también a través del trabajo que realizan las personas que laborar en su interior. De ahí que el apartado 12  de la Carta Iberoamericana de los derechos y deberes de los ciudadanos en relación con la Administraciónse refiera  refiera al principio de ética, “en cuya virtud todas las personas al servicio de la Administración pública deberán actuar con rectitud, lealtad y honestidad, promoviéndose la misión de servicio, la probidad, la honradez, la integridad, la imparcialidad, la buena fe, la confianza mutua, la solidaridad, la transparencia, la dedicación al trabajo en el marco de los más altos estándares profesionales, el respeto a los ciudadanos, la diligencia, la austeridad en el manejo de los fondos y recursos públicos así como la primacía del interés general sobre el particular.

Hoy, en tiempos en los que el dinero, el poder y la notoriedad mueven los resortes de tantas personas, viene bien recordar el sentido del trabajo al servicio de la Administración pública, una de las tareas más nobles y dignas a las que puede dedicarse el ser humano.

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