Opinión

Por una campaña limpia

El término falsario se utiliza mucho más en Galicia que en el resto de España. En nuestra tierra gallega, y por tanto española, se llama falsario al que dice falsedades o mentiras, por lo general persona embustera que adultera la verdad con una visión parcial, partidista y subjetiva de la realidad. Suele pasar que en términos electorales las mentiras del político falsario no penalizan demasiado, pues a veces el pícaro se va de rositas y queda absuelto en las urnas. Sin embargo, los gallegos tienen muy en cuenta el grado de honestidad de los candidatos y la limpieza de la disputa, sobre todo ahora que comienza la campaña de las elecciones autonómicas del 18 de febrero. Eso es algo que no suelen reflejar las encuestas, pero que está en el ADN del gallego, dentro de ese sentimiento identitario sin estridencias ni extremismos que van implícitos en la personalidad social de una región hasta hace unas décadas olvidada.

Pedir una campaña electoral limpia en estos tiempos de la “fachosfera” resulta una empresa inalcanzable. Si la amnistía se ha convertido en el termómetro práctico de la verdad y de la mentira, en la expresión fidedigna de la fiabilidad de la palabra dada, cabe pensar que todo es posible en la Galicia presente, convertida durante la pre-campaña en un territorio de chapapote y pellets con los que construir el relato para la ocasión electoral. Pero lo cierto es que los gallegos son gente de principios y valores que votan con la cabeza fría y los pies calientes, lo que se presta a evitar en la medida de lo posible la invasión propagandística del centralismo intervencionista. Como se suele decir en términos deportivos, que gane el mejor. Aunque, ciertamente, quienes deben ganar son los gallegos. Y eso lo saben muy bien mis paisanos, que lo interiorizan y sufren hasta depositar la papeleta electoral para los próximos cuatro años.

Como gallego emigrante acogido en Madrid, siento que si hay algún territorio ajeno a la contaminación electoral y política... ese es Galicia. Porque Galicia y sus habitantes son prácticos y pragmáticos, y suelen comportarse con honestidad, sabedores de que formamos un pueblo trabajador y libre que antaño emigraba para sobrevivir y ahora vota para mejorar la vida y el bienestar colectivos. Eso tan sencillo y fácil, pero tan difícil, es lo que los candidatos tratarán de transmitir al electorado, esto es, la preocupación por las demandas sociales para resolver los problemas verdaderos de la educación, la sanidad, el empleo y otros asuntos que conforman lo que en política se llama interés general. De lo que se trata es de satisfacer a la mayoría, dando por hecho que el bien común siempre tiene matices y nunca logra por completo el compromiso y la aceptación general.

En definitiva, la morriña bien entendida de este testigo de la actualidad interpreta que, aunque ha habido y habrá injerencias políticas nacionales, los principales candidatos, Rueda, Pontón, Besteiro, Lois, etc, son gente de bien que pese a sus profundas diferencias políticas piensan sinceramente en los verdaderos intereses de Galicia. 

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