Opinión

El padrino Puigdemont

Hay grandes películas en la historia del cine, pero la trilogía de “El Padrino” está entre las mejores junto a títulos como “Lo que el viento se llevó”, “La Ley del silencio”, “Ciudadano Kane”, “ET”, “Pulp Fiction”, “El mago de Oz”, “Casablanca”, “Qué Bello es vivir”, “Psicosis”, “Sin Perdón” y muchas otras porque cada persona tiene su favorita. Acabo de volver a ver la primera y la segunda parte de “El Padrino” y, ciertamente, Francis Ford Coppola logra hacernos dudar sobre cuál es la mejor. Aquellos Al Pacino y Robert de Niro antes de ser grandes estrellas de Hollywood o aquel Marlon Brando ya siéndolo rozan la perfección interpretativa y hacen creíbles unos personajes y un guion que en la década de los 70 ya entremezclaba el negocio, la política, la justicia y la mafia. Traído a la España de hoy, los lectores son libres de pensar quién es el padrino patrio. Muchos identificarán en la ficción paralela e ideológica a Pedro Sánchez con Marlon Brando o a Alberto Núñez Feijóo con Al Pacino en estricto sentido figurado. Y hasta habrá quien piense que no hay padrino sino madrina en alusión a Isabel Díaz Ayuso. Los más guerracivilistas y memoriosos mantendrán que el verdadero padrino fue, es y será por siempre jamás Francisco Franco. Pero si tenemos en cuenta el currículum judicial y el desarrollo de los acontecimientos recientes, el padrino Puigdemont se lleva el óscar a la mejor interpretación porque sus movimientos peliculeros tienen por objetivo no rendir cuentas a la justicia, como en la película. De haberlo hecho, habría ido a la cárcel y estaría indultado y amnistiado como Junqueras en esa ficción independentista de una república inexistente por pura obsesión de poder y dinero.

A lo largo de ese periodo coppoliano que se ha dado en llamar Frankenstein, Puigdemont ha dado sobradas pruebas de que su comportamiento es mafioso hasta el punto de que el juez García Castellón le considera merecedor de un delito de terrorismo sin delito de sangre. Su comportamiento delictivo durante el procés aún no ha sido juzgado, y los poderes fácticos actuales no quieren que se juzgue porque su lugarteniente Sánchez ha cedido gustoso al chantaje del prófugo, que en realidad es un delincuente a la fuga con intención de dinamitar el estado de derecho, la separación de poderes, la unidad territorial y constitucional y la igualdad entre españoles. Al padrino Puigdemont se le borran los delitos por los que otros fueron condenados e indultados, y algunos más como la malversación (corrupción) y la alta traición en las que presuntamente incurrió durante su enajenación política no transitoria. Cuando Francis Ford Coppola recogió en Premio Príncipe de Asturias aún no se había instalado en España el sanchismo desleal con el Estado empujado por un secesionismo de comportamiento inconstitucional y por tanto ilegal, según los letrados del Senado. Consentir lo que ha sucedido con la amnistía es ser cómplice de una actividad que se parece demasiado a la ficción de El Padrino en sus tres grandiosas entregas. El padrino Puigdemont trata de salirse con la suya, pero dicen que el tiempo siempre hace justicia. ¡Ojalá!

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