Opinión

Fatiga social y moral

Que toda España se identifique con    la lucha de los agricultores debería preocupar al Gobierno. Que la gente salga a la calle a aplaudirles cuando entran en Madrid y otras ciudades va más allá de la propia protesta del campo y de la comprensión social hacia sus problemas. Hay un hartazgo generalizado que no compra el esquema moral del sanchismo, que hasta para justificar su desatino en este conflicto fue capaz de culpar a la extrema derecha de la revuelta.

Que haya un caso más de corrupción que alcanza a varios ministerios y gobiernos autonómicos socialistas y a quien fue mano derecha y fundador del sanchismo debería preocupar a Sánchez, pues no vale como única respuesta encender el ventilador de la confusión generalizada y aplicar el cortafuegos. Que se monte poco menos que una cuestión de Estado con el caso archivado del hermano de Ayuso y las mascarillas forma parte del relato propagandístico pero no de la realidad objetiva. Porque el poder practica doble moral cuando el caso Koldo señala al socialista Ábalos con esas presuntas comisiones millonarias tras las sospechosas maletas del Delcygate aún no aclaradas.

Que el ministro del Interior haya sido reprobado una vez más es ya una costumbre. Lo peor es que hay una fatiga social con este Ejecutivo, siempre tan diligente con los separatistas y tan poco comprensivo con el campo, los guardias civiles y los españoles y autonomías que no le votan. Que Sánchez ignore con su narcisismo de indiferencia el batacazo electoral socialista en Galicia entra dentro de la petulancia cesarista del momento. Pero que se vaya a los Goya con dos agentes de la Benemérita asesinados no sólo es poco ético, sino que despierta la indignación de una sociedad maltratada.

España empieza a dar síntomas de fatiga social porque el país se gobierna desde un partidismo ofensivo con cesiones intolerables al chantaje secesionista mientras nos manipulan, nos fríen a impuestos y el Estado recauda más que nunca para comprar mascarillas en plena pandemia bajo sospecha de comisiones millonarias. La fatiga social suele ser la antesala de la descomposición del poder que se manifiesta en las urnas con las elecciones de turno, o en la calle, protestando masivamente contra la arbitrariedad inconstitucional de la amnistía. Se percibe una fatiga que no consiste sólo en pensar distinto o en rechazar los pactos con independentistas y herederos de ETA. La fatiga viene determinada por el desprecio con el que son tratados la mitad de los españoles, por la ligereza con la que se juzga la corrupción propia mientras se engorda la del rival, con la frialdad con la que se miente y engaña al electorado por razones personales y políticas ajenas al bien común. Sí, hay fatiga social en España, y el electorado lo expresa y seguirá expresando en las urnas. Hay fatiga social hacia un sanchismo que no escucha al conjunto de la ciudadanía y sólo tiene oídos y hace ojitos a quienes los tribunales consideran delincuentes. Y todo ello está engendrando un gran cabreo ciudadano de fin de ciclo. 

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