Opinión

La gabarra de España

La gabarra de España se mueve peligrosamente hacia el abismo de la fractura. La polarización política, que no social, nos arrastra rumbo a los intereses partidistas sin pensar en el bien común de los españoles ni en el alcance inconstitucional de políticas desleales con el Estado de derecho. Somos un país frágilmente manipulable, instrumentalizado por los relatores de la democracia como quien maneja la barcaza de la ría pública. La amnistía y las elecciones catalanas se estaban merendando la repercusión nacional de los comicios vascos hasta que el Athletic se bebió de un largo trago la copa del Rey 40 años después. En España tenemos afición a cifras coincidentes: 40 años desde la última Copa monárquica, anteriormente del generalísimo; 40 años de dictadura y 40 y pico de democracia. Y mientras el tiempo pasa, como pasan los políticos, las modas y los abusos del poder, la gabarra de España navega errática hacia una catarata gigante que no desaparecerá tras las elecciones europeas del 9 de junio, porque hay posibilidades de que un maremoto se lleve por delante el sanchismo chantajeado por sus socios de travesía.  

Sobre el agua de la ría bilbaína y española, la gabarra navega a punto de tocar fondo porque pesa la responsabilidad de unas elecciones que al PNV se le han puesto muy cuesta arriba gracias al oxígeno que Sánchez y el CIS le han dado a Bildu, convirtiéndolo en un socio preferente de más importancia que la taxapela peneuvista. Aquellas nueces que Arzallus recogió bajo el nogal de la Transición en plenos años de plomo del terrorismo etarra se han blanqueado por necesidad del sánchestein para seguir en el poder con la suma de separatistas golpistas y herederos políticos de la banda armada. Mientras Puigdemont trata de hundir la gamarra de España con sus misiles directos al casco constitucional de la democracia como cobarde prófugo que es y autor intelectual de una inmoral Ley de amnistía, Aragonès vino al Senado a mofarse del Estado con la exigencia unilateral de un referéndum ilegal. Tanto ERC como Junts están en el motín del Caine, en el hundimiento de la gabarra de España como si fuera un Titanic condenado a la tragedia española de la Historia.

Lo que queda de la separación de poderes achica agua en la barcaza española, de forma que la mitad de los fiscales se rebelan contra la sanchezcracia y el Supremo cita a declarar a Puigdemont como imputado por terrorismo en el caso Tsunami mientras el Gobierno apremia la renovación del CGPJ con sus reglas de control. El terrorismo es delito que trata de borrar la Ley de amnistía junto a la alta traición, aunque la citación del TS que no acarrea detención y permitiría la declaración telemática del candidato-prófugo para después de las elecciones catalanas y europeas. Ytro chantaje más, esta vez al electorado catalán; Puigdemont anuncia su retirada si no es president.

Poco a poco se va viendo que la barca la manejan los socios con la misma falta de soltura que Remedios Amaya. Pero la barcaza puede encallar en cualquier momento porque Sánchez sólo está al timón de lo suyo pero no del interés general de la ciudadanía. La gabarra de España no es motivo de celebración y festejo como la copa del Athletic en la ría del Nervión, sino que va a la deriva sin timonel ni rumbo, sin más brújula que la hoja de ruta del procés ilegal resucitado por Sánchez. El timonel trata de contener la inundación de la gabarra recurriendo al comodín de Franco, fabricándose una agenda internacional del estado palestino y nacional de populismo electoralista con la supresión de la “Golden visa” que facilita el permiso de residencia por la compra de vivienda. El estadista logra con ello titulares mientras el ventilador político-mediático contra el novio de Ayuso trabaja a destajo para impedir que el foco fije las sospechas sobre el caso Koldo-Ábalos y la mujer del presidente abajo firmante.

Entre anuncios pitadas y mítines, el marinero en tierra de la gabarra patria canturrea al oído como un gondolero veneciano. Sin control de los fondos europeos y con ayudas públicas bajo investigación judicial que presagian huracanes de tráfico de influencias, la gabarra de España se menea en los rápidos electorales a punto de volcar. Ya no hay Colón, Marco Polo, Magallanes o Elcano que puedan navegar en los mares de esta España tormentosa y atormentada. Los marinos de la política de hoy no son leones de mar que sujeten con destreza la gabarra. Y hasta Cuca Gamarra, con M y no B, aguanta la vela junto a Feijóo para impedir que el temporal les arroje por la borda. Entre la boda del alcalde de Madrid, el juicio de Daniel Sancho en Tailandia y la distracción de la champions, la gabarra de España se parece más a un galeón bucanero que a una embarcación del festejo vasco. Más que una gabarra, parece un velero bergantín a lo Espronceda. En la canción de la pirata recitada en la gabarra, se puede distinguir a quién se le aplican hoy versos tan épicos: “Y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Estambul. Navega velero mío sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor”. 

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