Opinión

CAMBIO Y BREVEDAD

Hace poco más de tres semanas me llamó el director de La Región para decirme que querían hacer cambios en el periódico y pedirme que redujese el tamaño del artículo de los domingos. No pude negarme porque me dijo al mismo tiempo que estaban muy contentos con mi colaboración semanal, porque desde pequeño fui muy obediente y además, porque siempre me gustaron los cambios. Solo hay dos cosas que no me gustaría cambiar, mi familia y mi profesión.


Sin embargo recuerdo haber leído que las únicas personas que aceptan bien los cambios son los niños muy pequeños que todavía usan pañales, porque están deseando que se los cambien cuando se hacen pis.


No hace falta más que ver lo que está sucediendo en nuestro país últimamente para darnos cuenta que a los mayores no les gustan los cambios. Sólo los aceptan bien cuando se los imponen a los demás. Vea sino el ejemplo de nuestros políticos: nos los aplican a nosotros pero ellos continúan gozando de las mismas prebendas que antes.


Benjamin Disraeli dijo que el cambio es inevitable y que en un país que progresa el cambio es constante. Y George Herbert, '¿por qué se ha de temer a los cambios? Toda la vida es un cambio. ¿Por qué hemos de temerle?'. Heráclito señaló que nadie se baña en el mismo río dos veces porque cambia el río y el que se baña.


Por todo ello acepté el cambio que me propusieron, comprimir el tamaño del artículo, sin rechistar. Recordé además aquello tan sabio que dijo nuestro ilustrado Baltasar Gracián, 'lo breve, si bueno, dos veces bueno'. William Shakespeare dijo que la brevedad es el alma del ingenio. Y Pascal, 'he hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta'.


Creo que estos grandes autores tenían toda la razón. Además, me estoy dando cuenta ahora de algo que no me había sucedido antes con los artículos más largos: Que estoy teniendo problemas para llegar a los 3.540 caracteres con espacios incluidos.


Necesitaré más tiempo para escribirlos. Ya decía el político inglés Harold Wilson, 'preparar un discurso de diez minutos me cuesta un par de semanas; un discurso de una hora, una semana, y un discurso de dos horas siempre puedo improvisarlo'.


Pero ojalá logre que cada artículo pueda ser leído y entendido por cualquiera, incluso por el lechero de Ohio, como le recomendó a Indro Montanelli, gran periodista y escritor italiano recientemente fallecido, el director del periódico para el que trabajaba cuando estuvo aprendiendo en los Estados Unidos.


Un médico aún mayor que yo hace poco me felicitaba por estos artículos dominicales y hablaba al mismo tiempo con cierta guasa de los 'médicos escritores'. Le dije que Gregorio Marañón había sido un excelente médico y un eminente escritor, y que creía que mejor nos iría a nosotros, a los enfermos, y a toda la sociedad, si divulgáramos opiniones atinadas sobre temas sanitarios y no sanitarios, porque creía que tenemos tanto o más que decir, y de la misma o mayor importancia, que otros profesionales.


Aprovecho el espacio que me queda para agradecer las muestras de cariño, porque no son otra cosa, que algunos lectores me hicieron llegar mostrándome su preocupación por si hubiese finalizado mi colaboración con La Región, al no haberse publicado mi artículo el primer domingo de noviembre.




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