Opinión

LOS CELOS EN EL TRABAJO

Hace poco un médico amigo me sugirió escribir sobre este tema. Sé que tópicos como este se encasillan mal en estas Claves Médicas, como le han llamado a esta página de los domingos de La Región. Pero me pareció una cuestión interesante, aunque difícil, y también más frecuente de lo que puede parecer a primera vista. Lo pensé y me decido a hablarle de los celos en el trabajo en el ambiente sanitario, el único que conozco.


En el mismo momento que mi amigo me lo sugirió lo asocié con la envidia, otro tema de enorme interés que ya hemos tratado en estas mismas páginas. Eso es como entiendo los celos en el trabajo, un sentimiento de envidia hacia el éxito profesional de otra persona compañera de faena, basándome en la experiencia del trabajo que llevo a cabo en una empresa pública de servicios.


Sin embargo el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española (RAE) lo define como recelo que alguien siente de que cualquier afecto o bien que disfruta o pretenda llegue a ser alcanzado por otro.


En el hospital, una empresa de servicios con distintas actividades realizadas por diferentes profesionales ?médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería, auxiliares administrativos, celadores- también hay celos en el trabajo. Pero hay pocos en el sentido que los define la RAE, porque en esta empresa pública los bienes o afectos dados por quienes los puede proporcionar no están en relación con la valía de los profesionales, como suele suceder en la empresa privada, sino con actitudes o cualidades extra-profesionales, conectadas a veces con la política, porque también los nombramientos de cargos directivos son realizados por el poder político (y mientras esto sea así nunca podrán funcionar tan bien como otras empresas de servicio privadas).


Los celos en el trabajo en el hospital están muy relacionados con la sórdida envidia de unos profesionales a otros. Los mejores profesionales pueden y suelen ser envidiados por otros de su misma o incluso superior categoría, porque destacan y se distinguen realizando el trabajo. Los buenos profesionales no obtienen más favores o prebendas, porque en esta empresa pública los que obtienen más 'beneficio' no son los mejores sino los que se escaquean mejor del trabajo. Y su beneficio es seguir trabajando menos.


Voy intentar que lo entienda poniendo un ejemplo de hace muchos años que podría ser actual. Aunque hoy sería difícil encontrar un modelo de médico como este en el hospital, porque las cosas han cambiado. Ahora el proceder de los médicos se parece al de los oficinistas en cualquier otra empresa pública.


Acababa de comenzar mi primer año de médico residente en Cuidados Intensivos, en el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander, y veía que casi todos los pacientes que llegaban a la unidad de post-operatorios habían sido intervenidos por el doctor Martino. Y oí de algún médico que era el cirujano al que se le morían más pacientes en el post-operatorio. Enseguida me di cuenta que esto último era normal porque operaba a la mayor parte de los enfermos quirúrgicos. Era cirujano general, uno de los médicos excelentes del hospital, inteligente y estudioso; le bastaba apoyar la mano en el abdomen del paciente para sospechar el diagnóstico, y también era el mejor conocedor de todos los recovecos de las barrigas cuando estaban abiertas. Y era muy trabajador. En las guardias de cirugía, después de comer y dormir una pequeña siesta, se dedicaba a buscar abdómenes quirúrgicos por el hospital para operarlos. Todos los sábados y domingos, visitaba a sus pacientes operados por la tarde, excepto cuando estaba de guardia, que lo hacía por la mañana. Era el mejor cirujano general del hospital, el que más enfermos operaba con mucha diferencia sobre los demás, casi se podría decir que operaba casi todos. Además, los trabajadores del hospital cuando teníamos algún familiar con un problema quirúrgico le pedíamos a él que nos lo operase. Mientras estuve allí de médico residente intervino a mi madre de una estenosis pilórica, a la que llevé allí desde la aldea de La Coruña donde vivía, y después, cuando ya trabajaba en Orense, llevé a mi suegro desde Zamora, para que lo operase del estómago. Por tanto era lógico que tuviese un mayor número de pacientes con complicaciones post-operatorias. El cirujano que no opera no tiene complicaciones post-operatorias.


Bueno, pues el doctor Martino era un médico cirujano adjunto que trabajaba mucho y bien, que disfrutaba con su trabajo y no perdía el tiempo como era habitual hacerlo en aquella época y aún lo es ahora. Sus compañeros cirujanos y su jefe tenían celos de él, y no porque recibiera cualquier afecto o bien de la dirección del hospital, que no lo recibía como tampoco lo recibiría ahora, sino por la miserable envidia que tienen los mediocres a los que son excelentes, tan habitual por desgracia en nuestro país. En los hospitales, como en otras empresas, se tiene celos del talento, no de la estupidez.


Hace poco le hablaba de un médico joven que estuvo en este hospital hasta que se fue al MD Anderson de Houston con una beca por dos años y se lo quedaron para siempre, porque allí no existen los celos ni la envidia como aquí. Era uno de los mejores, sino el mejor, profesional del hospital. Algunos compañeros sentían celos de él. En ese momento estaba también el mejor director que existió en este hospital, el que hizo mayores cambios para bien y el menos sumiso al poder político. Pensaba hacerlo responsable del servicio, pero por una cuestión legal no pudo llevarlo a cabo. Cuando se fue becado a Estados Unidos estoy seguro que los que tenían celos de él quedaron aliviados. No lo echaron de menos, nadie lo echó de menos.


En los hospitales hay celos en el trabajo y se envidia a los profesionales perspicaces que se diferencian. Pero a la inteligencia no se la echa de menos.


Ojalá fuésemos los españoles menos envidiosos y más afanosos. Nos iría mejor. Seguro.




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