Opinión

SALUD PULMONAR

Desde antes del verano tenía pensado escribir sobre la prevención de las enfermedades pulmonares. Y no lo demoro más por lo que he percibido, al reincorporarme al trabajo, en los primeros días de este caluroso mes de septiembre.


Nunca había visto tantas personas mayores hospitalizadas por complicaciones pleurales y pulmonares de traumatismos torácicos con fracturas costales, causados por caídas accidentales, en tan pocos días. Es verdad que no todos eran viejos y algunos de los adultos más jóvenes habían sufrido los golpes en el tórax mientras trabajaban.


Pero me llamó la atención que, entre los más viejos, casi todos ellos tomaban medicamentos para calmar el dolor (analgésicos) demasiado potentes, tranquilizantes y antidepresivos. Los analgésicos que tomaban una gran mayoría eran opiáceos, medicamentos derivados de la morfina con gran acción analgésica pero también con muchos efectos secundarios adversos. Y numerosos efectos contraproducentes tienen también los tranquilizantes y antidepresivos. Todos o casi todos estos fármacos citados pueden causar mareos, pérdida de estabilidad, somnolencia y confusión, y, como consecuencia, un aumento del riesgo de caídas accidentales.


En mi opinión, la gente mayor está demasiado medicada en nuestro medio. He comentado alguna vez en estas páginas que lo más difícil para el médico, y lo más importante para el paciente, es hacer un diagnóstico correcto de la dolencia del enfermo. Y lo que menos cuesta al médico es prescribir, y al enfermo tomar lo prescrito (bueno, ahora ya cuesta algo más porque hay que pagar más que antes por las medicinas, y costará más, porque en adelante habrá que pagar probablemente aún más por ellas). Decía Oscar Wilde que sólo nos diferenciamos de los animales en una cosa, que a ellos no les gusta tomar medicamentos.


Por el contrario, lleva más tiempo explicar al enfermo que esos medicamentos que van a calmarle el dolor le producirán otros efectos desfavorables, no beneficiosos, y entre ellos, el incremento del riesgo de sufrir caídas y, a causa de las mismas, fracturas de los huesos. Es necesario, y debería ser obligatorio, que el médico aclare detenidamente estas acciones perjudiciales al paciente, o a sus familiares si se trata de enfermos mayores con trastornos cerebrales, cuando sea inevitable utilizarlos porque los analgésicos más suaves no calmen el dolor. De esta forma, la decisión de tomar analgésicos u otros fármacos más potentes sería compartida con el paciente y/o sus familiares.


A muchas personas mayores les duelen las articulaciones de las caderas y de las rodillas porque han dejado de caminar del todo o casi del todo hace años, unas veces por comodidad y otras por sobrepeso u obesidad. No caminar y soportar peso excesivo estropean las caderas y las rodillas. Es así, aunque ellas se enfaden y digan como mi suegra: 'No es por eso, es por el desgaste de las rodillas'. Decía muy acertadamente Benjamin Franklin, que la oxidación por falta de uso gasta mucho más las herramientas que el propio trabajo. Y aconsejaba santa Teresa de Calcuta: 'Si puedes trotar, trota; si no puedes trotar, camina; si no puedes caminar, hazlo con ayuda de muletas, pero no dejes de moverte, no pares nunca'. También señaló Marco Aurelio que cuando el dolor es insoportable, nos destruye; cuando no nos destruye, es que es soportable.


En las personas mayores, no caminar causa mayor dolor articular y necesidad de tomar analgésicos y otros fármacos para disminuir el dolor, y consiguientemente mayor posibilidad de sufrir traumatismos torácicos por caídas accidentales. Por tanto, podemos concluir que comiendo poco y realizando ejercicio se puede evitar el dolor causado por la inmovilidad y el resultante deterioro de las articulaciones (desgaste, como le llaman los pacientes), y no tener necesidad por lo tanto de recurrir a la toma de medicamentos analgésicos, antidepresivos y tranquilizantes que aumentan el riesgo de caídas fortuitas.


Las complicaciones torácicas comentadas al principio no se originan por causas que actúen directamente sobre las pleuras o los pulmones, sino de forma indirecta. Y como dijimos, las caídas accidentales causantes de traumatismos torácicos están muchas veces relacionadas con el ejercicio escaso y/o la ingesta excesiva.


Comer en exceso también se puede relacionar, de forma indirecta, con mala salud respiratoria. La obesidad es la causa más importante del síndrome de apnea del sueño, cuyo único tratamiento es dormir con un respirador que introduce a presión el aire en los pulmones del paciente, para evitar las apneas (detenciones de la respiración) durante la noche por interrupción del paso del aire a nivel de la faringe.


Fumar cigarrillos estropea los pulmones directamente, causando diversas enfermedades e influyendo en la mala evolución de otras. Origina dos enfermedades terribles y, desafortunadamente, demasiado frecuentes, el cáncer de pulmón y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), e influye muy desfavorablemente en la evolución del asma. No olvide lo que dijo el antropólogo italiano Paolo Mantegazza hace muchos años: De cada 100 enfermedades, 50 las produce la culpa y 40 la ignorancia'.


Por lo tanto, la salud de los pulmones depende de la voluntad de sus dueños. Fumar la deteriora de forma directa, y la comida excesiva y el ejercicio escaso, como vimos antes, pueden también hacerlo de forma indirecta.


Es verdad que hay algún trastorno que estropea la salud pulmonar, como la fibrosis quística, en el que no influye la falta de voluntad sino la herencia. Y otro, mucho más frecuente, el asma, en el que puede haber una predisposición familiar.


La función pulmonar se deteriora con la edad; es decir, los pulmones envejecen como los demás órganos. Pero si usted no fuma, sus pulmones envejecerán más tarde, lo mismo que su piel.


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