Opinión

¡Cuesta creerlo!

Se queda corto el espacio cuando hay tanta gente de la que acordarse. Los últimos días han sido frenéticos. Demoledores para la dermatitis que reclama protagonismo cuando los nervios no cesan.

La cara de Antonio Gavilanes y Camilo Álvarez cuando a la hora de comer se tragaban los peores demonios pensando que todo el trabajo estaba perdido tardaré en olvidarla. Por eso me hubiese gustado verlos cuando el aire sopló en dirección contraria y ya sin opción a giro. Lo merecen. Sin duda y yo, quizá más que nadie, debo reconocérselo.

La capacidad de Baltar (los dos) para no dejar que se apague nunca la llama del baloncesto no necesita explicación. Al nuevo alcalde lo conozco menos, casi nada, pero la información que me llega me hace creer que el laberinto del que ha salido no era precisamente sencillo.

Y Salva, Gonzalo... los que hicieron posible el sueño.

Pero mi impulso va inevitablemente hacia otro lado. Hacia los que me aguantan cuando días como el de ayer me convierten en nitroglicerina. Son muchos años con el COB a vueltas. Con la pelota por desgracia de unos pocos y el boli y el teclado para la de muchos más.

Lo de ayer tocó techo. De la euforia al abatimiento y vuelta al punto de partida.

Cuando llegó la noticia que todo Ourense esperaba supongo que las sensaciones no fueron distintas a las de esos miles que ahora convertirán el Pazo en envidia de muchos. ¡Es que cuesta creerlo! El COB está de nuevo en ACB.

El viernes empezarán Real Madrid y Barcelona la final de una liga en la que el año que viene está el equipo de mi ciudad. Otra vez ahí. Cuando menos se esperaba.

Me acuerdo mucho de la gente que me ha pedido información que no tenía cuando realmente lo que ansiaban eran alegrías que no podían llegar. Ese chaval que me decía ayer llorando cuando iba a coger el coche si era verdad que estábamos fuera. Y yo diciéndole que había que confiar porque todavía quedaba tiempo.

Y mi amigo Berto, con el que solo es posible discutir cuando lo haces a posta. ¡Qué alegría!

Ahora saborearlo y luego valorarlo. Llegar ahí es arriba es complicado. Para Ourense, un sueño. Quizá por eso sabía mis vecinos no me iban a fallar. Lo avisé.

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