Opinión

Ilusión

Me falla cada vez más la memoria y a veces reconozco la excusa para compromisos adquiridos. Ninguno de calado, eso sí. Se olvidan los detalles y a veces hasta las caras pero nunca las sensaciones y mucho menos los sentimientos.
Momentos puntuales o sin corchetes temporales pero que siempre desembocaban en una cita que limitaba las horas de sueño previas. El partido del domingo por la mañana con tu equipo. Los primeros sábados por la noche con chica de por medio a la que esperabas volver a ver. La cita de la tarde tras ese sábado que acabó en mañana de domingo. La mañana del día 25 con los regalos bajo el árbol. El examen que marca tu futuro inmediato. La entrevista de trabajo concertada.


Incertidumbre con fecha en el calendario y que te comprime el estómago y te hace querer ser más alto, más guapo y hasta más inteligente. Tu cita. No importa que al resto del mundo le pase desapercibida. El momento que llevas esperando y que ha condicionado tu estado de ánimo en la espera hasta hacerte inmune a la epidemia que acaba de estallar en el planeta.


Este verano indigesto ha poblado el almanaque con momentos similares para los que tenían hasta ahora la noche de los viernes como punto de encuentro en el Pazo o incluso de escape para realidades personales complicadas de edulcorar.
Lunes y viernes en los que el "hoy sí" pasaba al "quizá mañana" y finalmente al "¿pero cuándo?". Incertidumbre constante que ahora por fin tendrá respuesta. La cita con la chica de los ojos que no consigues quitarte de la cabeza se retrasa. El regalo viene con una tarjeta en el interior. El partido con tu equipo te lleva a otro que, esta vez sí es "el bueno". La entrevista cambia de jefe pero mantiene la vacante.


No es lo que esperabas pero tras la desilusión inicial llega la confirmación. Ya sin prórrogas. Con tiempo para ponerte más guapo y prepararte mejor. Para que nada pueda fallar. Solo hay que esperar un poco más y cada día que pase tendrás más ganas de que llegue. Se llama ilusión.

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