Opinión

Miedo a qué si es solo un partido de baloncesto

Cada mañana es una sinvivir de cifras que suben demasiado rápido y bajan sin prisa alguna. Por la tarde toca poner la oreja para escuchar el último rumor de cepas con cada vez más sellos en el pasaporte y cruzar los dedos para que no caigan más restricciones o amenazas de ellas. Así desde marzo.

Una cadena de penas y miedos a la que toca ponerle buena cara con una mascarilla camuflando el gesto y un reto que superar social, laboral y personalmente para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de poder también con este rival. O para no caer en el miedo y encerrarnos en casa esperando a que lleguen tiempos mejores. 

OURENSE (PAZO DOS DEPORTES PACO PAZ). 23/12/2020. OURENSE. Partido de baloncesto entre el COB y el Valladolid. FOTO: ÓSCAR PINAL

Eso, los mejor parados. Otros para llorar a los que se han ido o incluso para llorar por miedo a que algunos se vayan.

Una monstruosidad para la que no estábamos preparados o al menos avisados y pese a ello combatimos colectivamente obligados a distanciarnos más que nunca. Así de jodido es este momento. Común a todos y sin fecha de fin.

General. También para los que esta tarde estarán en el Pazo y para los que verán el partido desde casa. Para los de la pista, los de la grada y los de la tele. Aficionados que durante dos horas volverán a recurrir al equipo que les hace olvidarse cada día de lo que nos toca vivir a diario. Aficionados a los que la pandemia los ha sacudido o tienen miedo a que lo haga. Miedos sanitarios o laborales. Y ni por esas dejarán de ir a su asiento o de gritar desde el sofá como si estuvieran allí.

¿Miedo a qué? ¿A perder otro partido de baloncesto o a fallar un tiro a canasta? Miedo a qué, si tiene que ser un privilegio conseguir que un montón de gente se olvide un ratito de todo esto gracias a un partido de baloncesto. Si ya antes era un orgullo representar a un equipo o a una ciudad ahora es un privilegio. 

Miedo a que suene el teléfono con malas noticias o a que deje de sonar. A que salga mal un análisis o que las noticias de mañana del periódico sean peores que las de ayer. Lo otro es solo un juego. Siempre lo ha sido y no es más que eso. El mismo que les ha hecho querer ser lo que son, aunque esta tarde lo vean como una presión y no como un alivio. 

Hoy el miedo se tiene que quedar en el vestuario y para siempre. Hoy toca levantar la cabeza cuando la pelota no entre, gritar cada canasta y animar cada fallo. Como harán los que están en la grada. Y ellos también tienen miedo. 

Aprovechar que sí pueden abrazarse y hacerlo más que nunca. Darse la mano hasta en la rueda de calentamiento. Dejarlo todo en la pista porque a lo mejor la semana que viene no hay partido. Entregarse al máximo y sin miedo. Nada más, sin miedo.

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