Opinión

Una noche cualquiera

Hay noches que te cambian la vida. Te corrigen la perspectiva. El deporte es siempre fiel a cualquier realidad cotidiana. El baloncesto por supuesto no escapa a esa facilidad para mimetizarse con las vivencias de quienes lo rodean.
Hay noches en las que el pronóstico salta por los aires, en las que la expectativa es disfrutar sin alardes de un cita previsible y, de repente, se abre de par en par la puerta a la ilusión. Momentos que te llenan la vista. Detalle a detalle hasta crear una atmósfera inmejorable en la que cada pieza encaja como un puzzle perfecto. Con la naturalidad de la lógica. Sin buscarlo pero con la sensación de estar esperándolo. Partidos o situaciones en los que el marcador o el reloj son un enemigo imposible de detener.
¡Cuándo menos te lo esperas! Esa noche de un día cualquiera en un mes cualquiera. Ese partido en el que el ganador casi se garantiza o los alicientes no presagian lo que se avecina.
Noches inolvidables, días posteriores en los que la memoria se esfuerza en potenciar lo mejor de lo vivido. Luego la estabilidad dicta sentencia y ajusticia. Quizá para demostrar que la impresión inicial era la correcta. Quizá para asegurar que la fuerza incontrolable del inicio no tiene continuidad alguna, como un mal champán.
Una noche cualquiera un equipo con más nueces que ruido hace soñar a un pabellón con más callo que cojín que por fin le toca mirar hacia arriba y convencerse de qué es hora de sacar pecho. Que ahora la envidia son ellos. Que quizá toque no desperdiciar ningún detalle porque esta viviendo un momento que no olvidará. Que es absurdo pensar dos pasos por delante cuando todavía no ha dado el primero. Disfrutar del trayecto para engrandecer el destino.
Quizá sea el inicio de algo tan inesperado como inolvidable. O no. Pero por eso nos encanta el deporte, si no sería otra cosa.
Y eso es así, ¿verdad?. Pongamos que hablo del COB. Pongamos qué hablo de Ourense (perdona Joaquín). Universal. Igual aquí que en Madrid o en San Sebastián. A veces una noche te cambia la vida. Nunca sabes cuando. Quizá el viernes próximo, quizá el viernes pasado.
Quizá una temporada entera, quizá no haya sido casualidad.
Lo importante no es cuándo, cuánto tiempo o cómo. Tampoco porqué. Lo único importante es darse cuenta que está pasando para no desperdiciarlo. Y eso es así.

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