Opinión

Aquel verano del 2009

No lo dudó. Jorge Bermello tejía los últimos detalles de su proyecto para hacerse cargo del COB y ya tenía claro quien sería su entrenador. Lo llamó, quedaron y lo convenció. El mejor entrenador posible al que sólo el hándicap de ser ourensano le podía restar méritos en un mundo donde 'el de la casa' siempre juega en desventaja. No importaba ni importa. Al final, el bueno siempre gana. En el cine y también en el deporte.

Los dobles fondos y los intereses propios y ajenos obligaron a Bermello a retrasar el desembarco. Podía llegar en julio y lo hizo en agosto. Ahí se esfumó Ocampo.

Joan Plaza y el Cajasol lo llamaron y Bermello no podía garantizarle el banquillo en un club que no era todavía suyo. Ahí se empezó a estropear todo.

Ayudó desde la distancia pero su primer consejo recibió como respuesta la medita antagónica y ahí se dejó de implicar con una directiva en la que siempre ha creído y seguiría creyendo.

El verano pasado Antonio Gavilanes 'bajó' a Sevilla cuando llegó al COB con la misma intención que Bermello. Tampoco pudo ser.

Ahora nos toca volver a presumir de Diego Ocampo por televisión y pensar que quizá un día aquel verano del 2009 tenga una segunda oportunidad y podamos disfrutar en el Pazo de un entrenador sobre el que alguna vez deba empezar a crecer cualquier proyecto que quiera hacer algo serio en Ourense. Con uno de la casa.

Te puede interesar