Opinión

¿Comienza a tener la IA demasiados tentáculos?

Desde su lanzamiento en 2017, Google Meet se ha convertido en una herramienta fundamental para la comunicación y colaboración online. Ya sea para reuniones, clases, entrevistas de trabajo o simplemente para mantenerse en contacto con amigos y familiares, fue un salvavidas durante la pandemia y es una gran herramienta para las empresas que continuamos dando prioridad al trabajo en remoto. 

Hace unas semanas, Google anunciaba una característica que promete revolucionar aún más la forma en que utilizamos esta plataforma: la capacidad de pedir a la inteligencia artificial que nos sustituya en las reuniones. Sin embargo, esta innovación deja de estar exenta de controversia y desafíos éticos. 

La integración de la IA en Google Meet es un paso natural en el camino hacia la automatización de tareas que consumen tiempo y que, a menudo, son percibidas como tediosas. La idea detrás de esta nueva característica es simple pero poderosa: los usuarios podrán pedir a la IA que los represente en una reunión, permitiéndoles “asistir” de forma virtual sin estar físicamente presentes. Esto se logrará a través de un avatar personalizado que refleje la apariencia y el comportamiento del usuario. 

La promesa es clara: mayor dotar de mayor flexibilidad en la programación de reuniones, la capacidad de multitasking y la reducción de la fatiga que a muchos les producen las conferencias virtuales. En definitiva, un cambio radical en la forma en que trabajamos y nos comunicamos online. 

Sin embargo, como toda innovación, plantea una serie de desafíos éticos y prácticos. El primero de ellos es la cuestión de la autenticidad y la confianza. Este desafío se relaciona con la preocupación más amplia sobre la pérdida de la conexión humana en un mundo cada vez más automatizado. Las relaciones laborales y personales se basan en la confianza y la empatía y las expresiones faciales, los gestos y otros matices de la comunicación humana pueden perderse en la traducción, lo que podría dar lugar a malentendidos y conflictos. 

Otro desafío que surge de esta nueva característica es su impacto en la productividad y el equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Si los usuarios pueden estar “presentes” en múltiples reuniones simultáneamente a través de sus avatares, esto podría llevar a un aumento en la sobrecarga de trabajo y la falta de límites claros entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre. 

La capacidad de asistir a reuniones sin estar físicamente presente también podría tener un impacto negativo en la calidad de las reuniones. Los usuarios podrían estar menos comprometidos o menos dispuestos a participar activamente si saben que pueden enviar a su avatar en su lugar.

Además de los desafíos éticos y prácticos, existen desafíos técnicos y de seguridad asociados con la implementación de esta característica. La creación de avatares de IA que sean convincentes y realistas es una tarea compleja que implica el uso de técnicas avanzadas de procesamiento de lenguaje natural y visión por computadora. También existe el riesgo de que los avatares de IA sean utilizados de manera fraudulenta para engañar a otros participantes de la reunión. 

Ante estos desafíos, es crucial que Google y otras empresas que desarrollen tecnologías similares se comprometan a establecer regulaciones claras y transparentes para su uso. La capacidad de pedir a la IA que nos sustituya en reuniones es una innovación emocionante que tiene el potencial de transformar la forma en que trabajamos y nos comunicamos en línea. Sin embargo, no debemos perder de vista los desafíos éticos, prácticos, técnicos y de seguridad que esta tecnología presenta. A medida que continuamos avanzando en un mundo cada vez más tech, es importante recordar que la tecnología debe estar al servicio de la humanidad y no al contrario. El tema sigue dando que hablar.

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