Opinión

Las siglas en boca de todos

La gestión ESG otorga fuertes ventajas competitivas, ya que aporta gran valor diferencial

Los criterios ESG (Enviromental, Social and Governance) o ASG (Ambiental, Social y de Buen Gobierno) en las empresas han ganado una notoriedad que pocos podrían haber aventurado cuando la Sostenibilidad se convirtió en un nuevo paradigma en las organizaciones con el inicio del siglo XXI. Frente a lo que se pueda creer, la gestión ESG debe estar en la hoja de ruta de todas las empresas, tanto para las grandes como para las Pymes, ya que es un valor fundamental. 

En España, que contamos con alrededor de tres millones de empresas, sobre el 70% de ellas cuenta con un propósito definido de generación de impacto positivo entre sus grupos de interés, un dato nada despreciable que indica la apuesta de las empresas en convertirse en una herramienta de cambio. 

Puede que todavía haya quien se cuestione dentro de los comités de dirección si es necesario gestionar una compañía según criterios ESG, no obstante los beneficios son claros. La gestión ESG otorga fuertes ventajas competitivas, ya que aporta un valor diferencial. Además, ayuda a disminuir riesgos asociados a la actividad de las empresas frente a asuntos sociales, ambientales o de gobernanza, así como de gestión de talento o de proveedores. Los equipos, es innegable que se sienten más cómodos trabajando en empresas con propósito y comprometidas con la sociedad, por tanto, la integración de la ESG se convierte en un atractivo para los trabajadores. 

Además, no podemos obviar que, a raíz de la pandemia, los inversores piden un mayor compromiso a las compañías para afrontar los desafíos sociales y reducir la desigualdad, impulsar la transición hacia una economía descarbonizada y, no menos importante, frenar y mitigar el cambio climático. Las empresas incorporan cada vez más a su lenguaje las tres siglas porque el peso que estos criterios tienen para los inversores en el momento de elegir dónde invertir es clave. No obstante, la estrategia de las empresas debe ser consistente, ya que el escrutinio al que se someten es constante. 

La covid-19 desató un sentimiento de culpa de la sociedad con respecto al medio ambiente que dio lugar a uno de los trasvases de fondos de la historia financiera. Según un informe de Price Waterhouse, se estima que los fondos sostenibles representarán entre el 41% al 57% del total en 2025. Durante la pandemia, la revalorización de las empresas asociadas a los objetivos de la ESG fue muy importante debido a las entradas de fondos. 

La inversión sostenible, que va de la mano de las estrategias ESG, defiende que para crear valor a largo plazo es necesario establecer un sistema financiero global que sea eficiente y sostenible. Estas inversiones responsables no solo buscan un impacto económico positivo, sino también una repercusión positiva en el medio ambiente y en la sociedad. Lejos quedan ya las inversiones opacas. 

Ahora las empresas, inversores y la sociedad en conjunto demandan transparencia en dónde y cómo se invierte el dinero. 

El difícil equilibrio entre bienestar social, protección del medio ambiente y desarrollo económico suponen hacer del diálogo algo primordial. Si se pone demasiado hincapié en alguno de los tres, la ruptura de este equilibrio resulta imprevisible; somos las personas las que nos encontramos en el centro de este equilibrio. Contar con una estrategia ESG potente beneficia a todo el tejido empresarial para así cumplir con una hoja de ruta común que ayude a transformar nuestro modelo económico hacia un modelo más sostenible e inclusivo para la sociedad.

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