Opinión

Omnia in caritate

Tal día como hoy, 11 de febrero, hace diez años, participábamos en un acontecimiento importante para la vida de nuestra provincia: la ordenación y toma de posesión de un nuevo obispo, don José Leonardo Lemos Montanet.

Desde aquel día han pasado ya diez años, llenos de acontecimientos. Sería difícil hacer un elenco más o menos completo de las realizaciones llevadas a cabo en estos diez años, alentadas por su presencia; a vuela pluma vienen a mi memoria la puesta en marcha del Instituto de la Familia, las diversas cartas pastorales a todos los diocesanos, el año Mariano en el 50 aniversario de la coronación de la Virgen de los Milagros, el año de la Misericordia, la ordenación de un buen número de presbíteros, la puesta en marcha de un centro de atención de Cáritas en el barrio de Covadonga, un nuevo centro pastoral en Nuevo Barrocanes…

Pero si hay un hecho que ha enmarcado toda su actividad es la realización del Sínodo Diocesano. Bajo su aliento, durante más de cuatro años, hemos vivido, y seguimos viviendo, en la diócesis, un impulso renovador de las estructuras diocesanas, de la manera de plantear la atención pastoral, del modo de sentirnos perteneciendo a una Iglesia en camino y donde todos, laicos clérigos, religiosos, niños, jóvenes, mayores, somos importantes. Durante estos años se nos ha hecho familiar la presencia, siempre elegante y cercana, de don Leonardo participando en tantos actos y encuentros en nuestra ciudad y en tantas fiestas y actividades a lo largo de toda la diócesis.

Hablando con una de las personas que lo conoce más de cerca me resaltaba su espíritu de trabajo, de hacer las cosas lo mejor posible, con perfección humana y cristiana y su capacidad de trabajar en equipo, de contar con la colaboración de los demás, dándole responsabilidad y siguiendo de cerca los asuntos a ellos encomendados. Seguro que casi todos pueden recordar algún momento de su presencia. Eso es un Padre y Pastor, el que está en medio de su pueblo y nos acompaña en nuestro vivir diario, unas veces alentando nuestro buen paso y otras intentando que no nos salgamos de la vereda. Seguro que podemos recordar momentos buenos y momentos regulares, esa es la vida en la que nos sigue acompañando nuestro obispo.

Su lema creo que resume su intento en estos años, desde la Eucaristía, el mayor signo de caridad, de amor, de Dios a los hombres, llevar ese amor a los demás, a todos, y presentar todos nuestros afanes al Buen Dios.

Que nuestra Madre del Consuelo, a quien se dirige cada vez que predica en nuestra, su, catedral le siga dando fuerzas.

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