Opinión

Sánchez y la trampa de Tácito

Una de las enseñanzas que obsesiona a algunos políticos es la “trampa de Tácito”, que toma su nombre de las famosas Historias de este senador romano, y en concreto de su relato sobre el emperador Galba, sucesor de Nerón. Significa esencialmente que la credibilidad y la confianza del pueblo son la fuente de legitimidad existencial de un gobernante y que, una vez que las ha perdido, da igual cualquier cosa que diga o haga porque siempre será sospechosa de contener una mentira o un propósito malvado.

La trampa de Tácito se cerró sobre Pedro Sánchez el 28 de mayo y arrastró al PSOE a la mayor pérdida de poder territorial de su historia. Los votantes castigaron duramente a los dirigentes socialistas locales y regionales por temor a que su voto fuese considerado un apoyo tácito al presidente y a su estilo político basado en la falsedad, la voracidad institucional, la polarización y las alianzas temerarias. Pese a todo, Sánchez no tira la toalla y su arenga frentista a sus diputados y senadores puso de manifiesto que nos espera una campaña sucia a todo o nada. 

El balance de gestión social-podemita sólo merece un calificativo: fracaso. Sus políticas no han creado entornos de estabilidad y se han caracterizado por una irresponsable expansión del gasto, financiado con una brutal subida de impuestos y una deuda insostenible. Esto se ha acompañado de un creciente intervencionismo de los mercados, lesivo para asignar los recursos de manera eficiente, fomentar la innovación y elevar la productividad. Tampoco ha mejorado la suerte de los más desfavorecidos. La tasa de paro dobla la media europea y el número de personas en riesgo de pobreza es de los más altos del mundo desarrollado.

Esta radiografía no es catastrofista, sino el reflejo de una realidad catastrófica que el Gobierno se empeña en ocultar con datos de escasa credibilidad, cuando no claramente falsos. La economía se asienta sobre arenas movedizas que ocultan bombas de relojería cuyo estallido es sólo cuestión de tiempo. La oposición ha de alertar de la gravedad del momento, porque cuando llegue al gobierno deberá, quiera o no, adoptar medidas severas para hacer posible la recuperación de la economía cuando el espejismo de la coyuntura se desvanezca. Además de afrontar las movilizaciones promovidas por la izquierda ante cualquier iniciativa reformista por modesta que sea. 

Reivindiquemos una política de verdad y verdades, basada en la ética, la razón y las ideas, donde el sentido de Estado y la capacidad para el acuerdo sustituyan al tacticismo y al cortoplacismo. Esto es lo que merecen, necesitan y reclaman los ciudadanos, no lo que practica Sánchez, pactando con la extrema izquierda y los herederos de ETA, o calificando de derecha extrema y trumpismo a quienes encarnan la oposición legítima. 

Llevamos años pidiendo a ese señor, de ademanes chulescos de pistolero del Oeste, que se vaya, por tanto, votar es muy importante, mucho. Por ello las elecciones del 23J son decisivas para el futuro de nuestra maltrecha democracia liberal y de su economía de mercado. Dejémonos de excusas (es verano, hará calor…). Votemos, como sea y desde donde sea, por correo o presencialmente, pero votemos. Y a Pedro Sánchez le diría que cuidadín, porque insultar la inteligencia de los votantes sale más caro que mentirles.

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