Opinión

Sociedad anestesiada

Bienaventurado el que tiene una oportunidad y la aprovecha, es lo que debió pensar Juan Carlos Unzué, ex guardameta de Osasuna, Barça, Tenerife y Sevilla, cuando en una jornada organizada en el Congreso de los Diputados sobre la ELA (enfermedad que le diagnosticaron en 2019), afirmó: “Lo primero que querría es saber cuántos diputados o diputadas hay en la sala, ¿podéis levantar las manos?”. “Creo que he contado cinco. Me imagino que el resto tendrá algo muy importante que hacer”.

Junto a una decena de compañeros se habían desplazado al Congreso para tratar de aleccionar a quienes han de participar en la redacción de una ley que les ayude y facilite la vida, y se encontraron con un auditorio penosamente escaso. 

La llamada de atención de Unzúe tendría que ser un verdadero aldabonazo en la conciencia de la sociedad, pero esta parece dormida y anestesiada, y gasta más tiempo en un tuit o en un like, que en preguntarse en qué país quiere vivir, cómo construirlo o qué exigir a sus gobernantes. Sin perder de vista que si no se evita, se materializa aquello que decía Groucho Marx de que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso, y aplicar después los remedios equivocados”.

Indigna también el silencio del Gobierno, preocupado sólo de amnistías, negociar transferencias, denunciar a Israel por su campaña en Gaza, culpar a la Guardia Civil por lo que sucede en Barbate, trabajar por el bienestar animal, o desguazar los museos para calmar malas conciencias colonialistas. 

Sólo así se explica la falta de prisa para tramitar una ley que ayude a esas personas. Da igual las muchas ganas que tengan por seguir viviendo, el derroche pecuniario es motivo más que suficiente para que el Estado convierta su vida en una carrera de obstáculos difíciles de superar.

El país del bienestar, del progreso, de la ley de dependencia, de los fondos NextGeneration, de la convivencia, de tantas palabras, tantas veces tan grandilocuentes como huecas, sólo parece ofrecer como alternativa a los enfermos de ELA la muerte, porque no quiere darles una vida digna. Les vuelve la espalda para no ver el deterioro, la necesidad y la enfermedad que, al fin y a la postre, cada uno de nosotros tendremos que vivir en mayor o menor medida como seres humanos que somos. 

Tal vez, es que este gobierno, quiere que se consolide la idea presente en la Ley de Eutanasia de que la dignidad de la persona es algo subjetivo, y no todas las vidas, ni en todo momento, son igual de dignas. Y aunque esto sea una animalada, es comprensible en una sociedad que ha permitido, con el aplauso de los políticos y la bendición de la masa, la aprobación de esa ley.

Tristemente hemos olvidado aquello que escribía Thomas Hobbes en su obra Leviatan, “cuando los hombres construyen sobre falsos cimientos, cuanto más construyan, mayor será la ruina”. 

Situaciones como las que ha denunciado Unzúe, están en el origen de la negativa percepción social de la política. Una amplia capa de la población tiene la convicción de que existe una superestructura, sobre todo en la esfera nacional, pero también en la regional y en la local, desconectada de la realidad. Unzué puso el dedo en la llaga. La política tiene que reconectarse con la ciudadanía para ser útil. Si no, la gente mirará para otro lado.

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