Opinión

Apóstol de la unidad

Hoy, 25 de enero, celebra la Iglesia la festividad de la Conversión de San Pablo. Tal efemérides coincide con el final del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos. El ‘Apóstol de las Gentes’, en su ministerio apostólico, se mostró como un incasable servidor de la unidad. Así nos lo recuerda el Concilio Vaticano II: ‘Ya desde los comienzos surgieron escisiones en esta una y única Iglesia de Dios, las cuales reprueba gravemente el Apóstol (san Pablo) como condenables’. (UR. nº.3).


Para conmemorar el bimilenario del nacimiento de San Pablo, Benedicto XVI convocó a los fieles de la Iglesia católica, a fin de celebrar el Año Paulino desde el 28 de junio de 2008 hasta el 29 de junio de 2009. Además ha querido destacar la dimensión ecuménica como un elemento esencial de dicho Año Paulino. Es, por tanto, una ocasión propicia para que en el seno de la familia cristiana crezca el conocimiento recíproco, se armonicen las iniciativas y aumente la esperanza, que a todos nos anima, de poder alcanzar pronto la plena unidad, en obediencia del mandato del Señor Jesús: ‘Que todos sean uno’. El mismo Saulo de Tarso nos señala que la plena comunión entre los cristianos tiene su fundamento en ‘un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo’ (Ef. 4,5). ¡Que la fe común, el único bautismo para el perdón de los pecados y la obediencia al único Señor y Salvador puedan, pues, expresarse cuanto antes y en plenitud en la dimensión comunitaria y eclesial! En un alarde de realismo y de modo muy concreto, San Pablo nos indica un camino para mantener la unidad y, en caso de división, para restablecerla de nuevo. He aquí sus palabras: ‘Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz’ (Ef. 4,1-3). El mismo no duda, a la hora de amonestar severamente a los fieles de Corinto, entre los cuales habían nacido disensiones, para que sean unánimes al hablar, para que desaparezcan las divisiones entre ellos y para que cultiven una unión perfecta de pensamiento y de intenciones (I Cor. 1,10).


El Año Paulino, que estamos celebrando, debiera estimular a los creyentes a buscar juntos el modo de superar las divergencias que, por desgracia, aún permanecen en las relaciones entre los discípulos de Cristo.



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