Opinión

Celebrar el domingo con la Virgen

hoy celebra la Iglesia la Natividad de la Virgen María. Ella, cual aurora naciente, precede a Jesús, el Sol que nace de lo alto. Con una afluencia numerosísima de fieles, en distintos santuarios diocesanos, Los Milagros, El Portal, Los Remedios, y luego Armada y Cristal, se celebran solemnes novenas, para honrar debidamente a la Madre.


Durante los días de la novena se nos ha invitado a vivir la realidad gozosa del Domingo con María. Ella, como madre y maestra, nos está ayudando a redescubrir el sentido genuino del primer día de la semana. La Iglesia recibe del mismo Señor la herencia de este día. El ser cristiano y el ser Iglesia, se hallan, desde el comienzo mismo, íntimamente vinculados a la celebración dominical de la Eucaristía. Desgraciadamente, el Domingo, ya no es lo que era. Su modo de vivirlo ha cambiado. En nuestro ambiente, el día del Señor, va perdiendo su sentido originario y se está reduciendo a un mero fin de semana, momento de ocio, de diversión y de recuperación de sueño, para tantos que han trasnochado viernes y sábado.


Conscientes de esta realidad, se ha celebrado en nuestra Diócesis una campaña para recuperar el sentido del Domingo, bajo el lema: ¡É Domingo! Xuntos na Misa, alegres na esperanza. La Virgen sí fue del todo fiel a la herencia dominical.


Ella estaba junto a los Apóstoles, concordes en la oración (cfr.Hech.1,14), en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar, ciertamente, en las celebraciones de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos en la fracción del pan (cfr. Hech. 2,42).


Es también el día del encuentro familiar. Los trabajos ordinarios, realizados durante la semana, dejan paso al día de paz, de convivencia, de encuentro familiar. El descanso es una oportunidad para fomentar la unión de la familia que reclama, de todos sus miembros, contactos frecuentes y serena convivencia. Sigue siendo válido que la familia que reza unida, permanece unida. Y, en este sentido, conviene resaltar la importancia de la participación de las familias en la misa dominical. En el hogar de Nazaret, María vivió, como madre de familia, las dimensiones fundamentales de la vida de hogar.


Desde los primeros tiempos, la Iglesia, unió, a la Eucaristía, la práctica de la comunión cristiana de bienes y, el Papa, insiste, reiteradamente, en la unión entre el amor de Dios entregado en la Eucaristía y la vida concreta del creyente que, a imagen de Cristo, debe hacer de su vida un compartir con el hermano necesitado. La fe no aleja a los creyentes, que celebran este día, de la historia concreta de la humanidad. Al contrario, por la fe, el creyente se compromete a fondo con la realidad presente. La Virgen, prototipo de toda persona de fe, se comprometió a fondo con los demás; es una mujer que ama y nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, y su fuerza siempre nueva. Toda su vida es una ofrenda, una entrega generosa.

Te puede interesar