Opinión

La sed que algunos tienen

Un año más, del 18 al 25 de enero, se celebra el octavario de oración por la unidad de los cristianos. Este año lo hace con el lema: “Dame de beber” (Jn. 4,7). La escena del pozo de Jacob es una de las más humanas y bellas del Evangelio San Juan. Jesús aparece como un forastero que llega cansado y sediento junto al pozo. Necesita ayuda y pide agua. El pozo pertenece a su pueblo, a su tradición y una mujer de Samaría está allí. Es dueña del cántaro y es la que tiene acceso al agua. Pero ella también tiene sed. Ese encuentro ofrece a los dos una oportunidad inesperada. Jesús no deja de ser judío por haber bebido el agua que le ofrece la mujer samaritana. Y ella sigue siendo la misma al abrazar el camino de Jesús.

Cuando reconocemos que tenemos necesidades recíprocas, tiene lugar la complementariedad en nuestras vidas de un modo más enriquecedor. La expresión “dame de beber” supone que tanto Jesús como la samaritana piden lo que necesitan del otro. Más todavía, la expresión “dame de beber” implica una acción que reconoce la necesidad que tenemos los unos de los otros para vivir la misión de la Iglesia.

El objetivo del movimiento ecuménico es la unidad de la Iglesia. Se trata de trabajar con el máximo empeño en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo. Sobre todo, desde el concilio Vaticano II hasta hoy, se han dado muchos pasos hacia la plena comunión. Durante la reunión conciliar los observadores delegados de las demás Iglesias y comunidades eclesiales estaban atentos, pero silenciosos. Después de casi cincuenta años de la clausura de aquella reunión, esta imagen del aula conciliar se ha trocado en la realidad de una Iglesia católica en diálogo con todas las Iglesias y comunidades eclesiales tanto de Oriente como de Occidente. Se puede afirmar que el silencio se ha transformado en palabra y gesto de comunión. Se ha redescubierto y restablecido la fraternidad entre todos los cristianos como condición de diálogo, de cooperación, de oración común y de solidaridad.

La búsqueda de la unidad de los cristianos es, ante todo, un anhelo que hay que mantener vivo y una plegaria que hay que alimentar. Esta búsqueda tiene la mirada fija en Jesús que dio su vida para que hubiera ‘un solo rebaño, un solo pastor’ y que oró: ‘que todos sean uno’.

La oración por la unidad de todos los cristianos es el alma del movimiento ecuménico. Todos los esfuerzos en pro de la unidad resultarían infructuosos, como un cuerpo sin alma, si les faltara el pulmón de la oración. Nuestras parroquias están llamadas a unirse a las demás comunidades cristianas que piden al Padre por Cristo en el Espíritu Santo la plena comunión entre los discípulos de Cristo.

En este sentido, coincidiendo con la Semana de Teología, que se celebrará los días 21, 22 y 23 de enero a las ocho de la tarde en el Liceo, el día 24 a las ocho de la tarde el obispo presidirá en la Catedral la Eucaristía con Vísperas, para orar por la unidad. La Eucaristía para los católicos es el lugar privilegiado para orar por la unidad de todos los bautizados. No en vano la comunión eucarística y la comunión eclesial están íntimamente ligada la una a la otra.

Te puede interesar