Opinión

Tiempo propicio

El pasado Miércoles de Ceniza la Iglesia ha iniciado el camino cuaresmal. Como enseña el Concilio Vaticano II: “el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual” (SC n.109). Este tiempo litúrgico concede la oportunidad de comenzar una peregrinación interior hacia Jesucristo, rostro visible de la misericordia del Padre. La Cuaresma es una oportunidad, para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón a la voluntad de Dios. Esta cuarentena recorre un itinerario espiritual que prepara para revivir el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha atenta de la Palabra de Dios y la práctica de la caridad con los más necesitados. 

El Señor vuelve a conceder este año un tiempo propicio para preparar a los fieles a celebrar con el corazón renovado el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Para aprovechar este tiempo de salvación, es necesario escuchar atentamente estas palabras de Jesús: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15). La conversión evangélica consiste esencialmente en abrirnos al amor de Dios que se manifiesta en Jesús que entrega su vida por nosotros. El papa Francisco nos lo recuerda con estas palabras: ‘Es saludable contemplar más a fondo el Misterio Pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en “un cara a cara” con el Señor crucificado y resucitado “que me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20). Se trata de un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. ¡Qué importante es la oración en el tiempo de Cuaresma!

La experiencia nos va mostrando que el pecado esclaviza y conduce a una muerte espiritual. El pecado va abriendo la puerta a la soledad, al vacío, a la tristeza. Todo esto es también muerte. En este mundo tan secularizado ha ido desapareciendo en gran medida la conciencia de pecado. Ya Pio XII en la década de los años cincuenta del pasado siglo afirmaba que “el gran pecado del mundo actual es la falta del sentido de pecado”. Jesús tiene poder para liberar de toda esclavitud. Él quiere a todos cada vez más libres. Más todavía, ha dejado el sacramento de la penitencia y reconciliación, para poder alegrarse del perdón que ofrece.

El tiempo de cuaresma urge a compartir con los más necesitados. Si contemplamos a fondo el misterio pascual, sentiremos compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en tantas personas inocentes que sufren por diversas circunstancias. La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder a la caridad divina mediante un amor auténtico. En este sentido, los cristianos, a través de diversas iniciativas de caridad, hacen visible y concreto el amor de Dios, que sigue actuando en comedores sociales, atención a personas dependientes, ayuda a inmigrantes, problemas de viviendas, etc. De este modo, comprobamos que el compartir con caridad hace a la persona más humana, mientras que acumular conlleva el riesgo de cerrarnos en nuestro propio egoísmo. 

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