Opinión

Ayer en la Cova de Iría y en O Couto

Iba a tener razón Ronald Reagan cuando decía que “las oraciones de los sencillos valen más que todos los ejércitos”. Fátima estos días y siempre lo están sugiriendo.

El viernes a la noche y ayer mismo ha sido inmensa la concentración de fieles, en la Cova de Iría. Allí la “Virgen de la túnica Blanca”, como la llamó el Papa, congregó a cientos de miles como fueron también incontables los que anoche desfilaron desde O Couto hasta la Catedral acompañando a la venerada imagen. El obispo ourensano que estuvo en el día de ayer en los dos sitios puede dar fe de ello y su reciente es un resumen perfecto de lo que Fátima significa.

Suelo decir siempre que después del santuario portugués es O Couto el segundo centro más concurrido de la devoción fatimeña.

Francisco ha querido estar, muy feliz, en el Centenario de las apariciones en la Cova de Iría y el pueblo allí estaba. El presidente portugués, ferviente católico y gran admirador del Papa, le recibió con un gozo y una efusión entre ambos poco común en estos casos. Sin que me ciegue la amistad que con Marcelo Rebelo de Sousa me une, tengo que decir que en el recibimiento ha estado a una gran altura: “Es un día muy importante para todos”, afirmó al pie del avión papal. La satisfacción de ambos líderes era notoria durante toda la visita. Y el pueblo detrás, la gente sencilla pero también todos los demás.

Un Papa que ha venido a Fátima dando un paso más en su intento de sacar la fe del museo a la calle. Cientos de miles llenaban el recinto pero también el recorrido de más de cuatro kilómetros desde el estadio de Fátima al santuario. ¡Memorable jornada!, como bien señalaba el rector del seminario ourensano en TVE ese día. “Un viaje especial de encuentro con Cristo y su Madre; para pedir por la paz, la esperanza y la justicia”, dijo el Santo Padre al llegar, en medio de un impresionante silencio.

Allí, en la Capelinha de las Apariciones Francisco recordó que “Si queremos ser cristianos tenemos que ser marianos, porque la fe y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes”.
Pero acaso lo más impresionante fue el ambiente en el recinto con cientos de miles de jóvenes cantando, saltando, gritando y rebosantes de alegría pese a las incomodidades durmiendo en la plaza dentro de un saco. Era la alegría de una fe difícil de someter a los parámetros sociológicos.
La homilía del Papa ayer en Fátima le salía del corazón y de su devoción a la Virgen. Repitió:”¡Tenemos Madre!”, y entorno a esta idea y sin olvidar la esperanza ”hasta el último suspiro” que también de forma reiterada repitió, tuvo presentes a los desfavorecidos.
Dos jornadas que hemos podido vivir desde una fe tan arraigada en el pueblo luso hacia “El altar del mundo”, que decía Pablo VI y el “marco de luz” que Francisco acuño en sus palabras en portugués ayer en la Cova de Iría.

Te puede interesar