Opinión

Ayer fue un buen día

Sí, téngalo claro, ayer, 28 de diciembre, también pudo ser un buen día porque las candorosas inocentadas siempre alegran a quien las hace y, si el sorprendido es inteligente, también le valen para disfrutar que es de lo que se trata. En Portugal le llaman el "día das mentiras" y lo celebran el 1º de abril. Personalmente tengo en el recuerdo algunas muy buenas. Acaso la de mayores consecuencias, de las que fue testigo mi entrañable amigo Ramón Blanco Fortes, se la hice al recordado Don José Álvarez Arias, que era un hombre muy pulcro y elegante. Llovía aquel día y fue al Obispado a estar con el prelado y, en el mientras tanto, aproveché para vaciar medio tarro de polvos de talco en el paraguas. Al llegar a la calle y abrirlo imagínense como se puso el bueno de don José...

Toco el tema hoy porque creo que en medio de tanto barullo, tanta crisis y tanto paro y con desgracias y guerras sin fin, bien está que nos tomemos un respiro y veamos las cosas con humor. Ya dije antes que el humor es patrimonio de los inteligentes ya que los cortos son incapaces de ver más allá de su nariz e interpretan las cosas a su manera, que suele ser casi siempre negativa. Posiblemente lo que más necesite este mundo con tanto estrés son momentos para relajarse, momentos para respirar aire bueno y puro y días para ser felices disfrutando e incluso riéndose de uno mismo que es un remedio saludable. Olvidarlo supone siempre un mal.

Y en realidad tenemos esta fecha de ayer, pero muchas más para fiestas que relajen y nunca emboten con el cansancio y otra serie de elementos que lejos de ayudar, lo que consiguen es llevarnos a una resaca feroz. Porque esa es otra. Primero las bromas pesadas y después fiestas que se organizan con un sinfín de sofisticados elementos. Se me hacen incomprensibles ciertas celebraciones, incluida la noche de fin de año, en las que un gran número de participantes acaban con media copa de más. También en la diversión es necesario el equilibrio, la moderación y la mesura. Baste juzgar como llegan algunos a casa después de ciertas fiestas. ¿Felices? Yo diría más bien agotados.

Vivan las fiestas necesarias pero también es necesario un control que muchas veces está muy lejos de existir. Como en muchas de las novatadas de comienzo de curso o el acoso que algunos alumnos sufren en algunas partes. Por eso las tradicionales inocentadas son algo bueno para disfrutar mientras no hieran los más elementales valores de aquella persona a la que se le gastan. Con todo, que nos gasten muchas pero "a modiño".

Y esta semana acabamos un año con un sinfín de problemas, crisis, guerras y de todo. El 2016 ha tenido de todo y más y bien quisiéramos enterrar los desaguisados enormes que por todas las partes del mundo nos hemos encontrado. Parece que la economía española está despuntando y acaso sea esa una de las pocas y contadas buenas noticias del año que expira. ¡Que siga y de una vez cree trabajo, optimismo y entendimiento! Porque esa es otra, ya que las perspectivas políticas del mundo, nada halagüeñas son. Quisiéramos ser optimistas y esperar a un Godot que recomponga este desastroso juguete que es nuestro planeta, en manos de muchos incompetentes que a poco que lo intentan rompen el juguete y nos vamos todos a hacer gárgaras a las puertas de San Pedro.
Optimismo, ilusión es lo que deseamos para el 2017, ponderación, diálogo y cordura para nuestros políticos tantas veces en un despiste tal que nadan en la corrupción y se broncean al socaire del sol que calienta en cada lugar.

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