Opinión

Caridad, pero con justicia

El día en que la Iglesia dejase de practicar la caridad tendría que desaparecer. Por eso, en esta renovación que el papa Francisco lleva a cabo, figura esa virtud teologal en la que insisten las páginas bíblicas, de manera especial en el Deuteronomio, y sobre todo en el Nuevo Testamento; en San Pablo escribiendo a los Corintios y San Juan, tanto en el evangelio como en sus cartas. Cristo es misericordia, perdón y cercanía, en definitiva amor.

Dicho lo anterior, y siguiendo las palabras del papa al aconsejar la recepción de los refugiados, me entran dudas que ni siempre me las comprenden como en el último artículo en el que aludía a las advertencias de un obispo húngaro en una carta dirigida al papa. En aquella ocasión (8/11/2015) ponía un duro párrafo de esa misiva que consulté antes de publicarlo: "Vienen aquí gritando 'Alá es grande' y quieren hacerse con el control, de forma arrogante y cínica, rechazando los alimentos de la Cruz Roja por venir con el signo de la Cruz".

Ante los atentados de París, enseguida vino a mi memoria Carlos Martel (686-741) y la célebre batalla de Poitiers (732). Hasta allí habían llegado los musulmanes, donde fueron rechazados en aquella confrontación. Es cierto que Europa siempre se ha caracterizado por su acogida, porque es la cultura cristiana la que cimienta sus raíces. Hemos sido los europeos pueblos emigrantes, lo que debe llevar a ofrecer generosidad fruto de la idiosincrasia del continente. Por eso, y como acaba de decir el papa Francisco: matar en nombre de Dios es una blasfemia.

Llega aquí mi duda, que me gustaría resolver. Vista la situación actual y los modos y maneras de comportarse, con la "primavera árabe" en declive (¿a dónde está conduciendo? ¿a la implantación del Estado Islámico y a la eliminación por las armas de todos los que sean de religión diferente?), contemplando el panorama bélico y el afán de conquista de un número de los seguidores de esa religión, examinada lo que es la Yihad, observando la situación en aquellos pueblos, ¿quién garantiza que entre los refugiados nunca se infiltren elementos yihadistas? Muy bien las acogidas pero con unas garantías que contribuyan a la paz y nunca a la división.

El pasado día 16, Manuel Morales do Val publicaba un documentado artículo en estas páginas sobre el tema y dice que en el Corán hay 109 versículos que siguen los yihadistas llenos de fe y odio citando el 9:5: "Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores (cristianos, que asocian a Jesús con Dios) dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes!"

Tengo muy claro que entre los miles de refugiados, la inmensa mayoría son personas buenas, que siguen correctamente su religión y que huyen del terror de sus pueblos. Hay que acogerlos. Pero, sigo preguntándome: ¿deben los países aceptar sin más y acoger sin cortapisas a todos? Ante ese riesgo estoy en desacuerdo. Si se les va a dar alojamiento y manutención parece lógico que se conozcan las intenciones de cada cual con exámenes previos de cada uno para evitar lamentables infiltraciones. ¿Quién garantiza que entre los refugiados nunca haya un terrorista encubierto? Esta es la duda de los países que se niegan a recibirlos. Sus exigencias estarán bien en su lugar de origen pero nunca aquí. La alianza de civilizaciones así será utopía.

El nuncio en España, monseñor Fratini, afirmaba este lunes en el comienzo de la Asamblea Episcopal: "Con la ayuda posible, estas personas que temen por su vida y han tenido que abandonar todo, puedan vivir con dignidad en nuestros países". Sería lastimoso que por una minoría se perjudicase y juzgase a un colectivo.

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