Opinión

La conversión de una famosa

Tamara Falcó, la famosa hija de Isabel Preysler y el Marqués de Griñón, ha publicado un libro "Estamos de vuelta" en el que cuenta su peregrinación a Medjugorje en agosto de 2012, "un lugar -dice- en el que todo huele a Dios. Allí no hay nada que no llame la atención". Narra una serie de testimonios relacionados con su fe y con una serie de frases que creo interesantes sobre todo viniendo de quien viene del mundo de la jet. Ya decía Paul Claudel: "Los cristianos salen de misa como si fuera un funeral en vez de un encuentro con el Resucitado" y tal vez por eso en vez de atraer provocamos rechazo.

Cuenta de manera pormenorizada su conversión a la fe partiendo de su ateísmo inicial. Recojo algunas de sus ideas más llamativas: “Me he enamorado de Cristo, es mi amigo fiel. Es la proyección viva de lo que mi corazón aspira a ser”. “Si me sintiese llamada me haría monja, pero no he sentido esa vocación". “Cuando Dios te toca y descubres el amor, no hay corazón que se pueda resistir”. “Sentía una melancolía difícil de describir, y fui a una librería  y la Biblia fue el único libro que me llamó la atención”

Tiene importancia este testimonio sobre todo viniendo de un mundo en el que se vive más hacia afuera envueltos en diversiones y placeres mundanos de todo tipo; algunos buenos y otros cuando menos discutibles. Personajes que se manejan en las revistas del corazón y en innumerables fiestas debidamente programadas por todo lo alto. Personas que moran en la abundancia y que tienen de todo. Nada les falta de cuanto el mundo puede ofrecer y que olvidan muchas veces la pobreza y miseria del entorno.

Por eso es interesante que alguien de ese mundo descubra que ese estatus ofrecerá muchos placeres pero que deja vacío el corazón que es lo importante y que en definitiva es la mayor pobreza y miseria humana y que produce esa melancolía de la que Tamara habla. Sigue siendo muy cierto lo de San Agustín que para mi es una de las frases de cabecera: "Nos hiciste, Señor, para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti".

Al mundo del progreso y la abundancia le falta esa paz interior, ese sosiego íntimo de una conciencia plenamente humana capaz de marginar las cosas perecederas para volver a la esencia que es la única que puede saciarnos. El "Dios ha muerto", de Nietzsche , aún carece de partida de defunción por mucho que se haya intentado redactarla. Y nunca se podrá escribir porque el ser humano posee sentimientos y un corazón que anhela vitalmente asirse a alguien imperecedero, trascendente y absoluto. La "Crítica de la razón práctica" kantiana lo anhela, la moral lo pide y la escala de valores tan maltrecha en la actualidad, lo solicita.

Porque en el mundo del progreso necesitamos esa escala de valores que lo guíe, que es bueno en sí para encaminar la vida humana por el sendero justo. Parece que Tamara Falcó, en su experiencia lo ha descubierto y así lo transmite en un testimonio muy plausible.

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