Opinión

Cosa de todos

Ya llovió desde que se dijo la frase! Es del entonces papa, Pío XII. Venía a decir que la categoría de una comunidad se cifra en el comulgatorio. Sin pretender corregir a aquel impresionante Sumo Pontífice (¡Dios me librara!), suelo decir que muy bien en el comulgatorio pero también en las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que salen de cada comunidad. Y en ello incluyo a los colegios regidos por religiosos. Siempre, en el mes de marzo, hablamos desde aquí del Día del Seminario. Algo fundamental en una diócesis. Lo saben mis alumnos a los que una vez al mes les hablo de las vocaciones para lo cual bien saben que en mis misas la primera petición de la Oración de los Fieles es por esta intención.

Porque en realidad debiera ser, eso creo, una preocupación de todos los bautizados. Debiéramos ser conscientes de que nunca somos mensajeros de malas noticias, sino de salvación sin limitarnos a decir a los incrédulos que viven en pecado, sino que les ofrecemos a Aquél que les puede redimir y salvar. “Porque evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara!” (1ª Cor. 9,16). Rm. 10, 14-15: “¿Cómo, pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el Evangelio de la paz, de los que anuncian el Evangelio de lo que es bueno!”.

Es cierto que la familia es fundamental pero para formarla debidamente será necesario, también, alguien que les motive, incentive y, a los cristianos, les señale que la elección del futuro de sus hijos pasa por el discernimiento de la vocación. Porque poca categoría tendría un matrimonio que orientase únicamente por el futuro económico a sus hijos. Descartarles en su elección la vocación sacerdotal o religiosa indicaría que la formación espiritual de padres tendría graves carencias. Hoy más que nunca el mundo necesita sacerdotes santos, ejemplares, bien formados y que puedan ser esa sal que necesita el mundo actual tan secularizado y a veces muy materialista.

Y esto lo sabemos, o debiéramos saber los formadores, los profesores de religión y los colegios religiosos. También es cierto que los seminarios menores debieran ser, están llamados a ser semilleros de vocaciones. Poco importaría nuestra docencia, hoy en día tan difícil, si perdemos el norte de nuestra enseñanza. Cuando vemos seminarios y noviciados sin apenas juventud me niego en redondo a creer que es simplemente fruto de la situación sociológica actual. Y lo siento si a alguno ofende esta idea. Decía aquel gigante cardenal Marcelo que: “Quien contempla impasible creyendo que ya no hay llamada a seguir a Cristo de cerca, ni quiere a los jóvenes ni ama a Cristo”. Así de claro.

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