Opinión

Don Carlos Osoro

El nuevo arzobispo madrileño, don Carlos Osoro Sierra, solía decir a los ourensanos: "Vosotros me enseñasteis a ser obispo". Por ello la diócesis de San Martín debe estar orgullosa, ya que tras un breve paso por la archidiócesis de Oviedo, y después por la populosa Valencia, acaba de tomar posesión de la primera archidiócesis de la capital de España. Por muchos motivos, Madrid es punto de referencia y su prelado debe participar de ello. Tras veinte años del cardenal Rouco Varela al frente de la misma (donde deja grandes obras fruto de su quehacer pastoral) y de la Iglesia en nuestro país, le toca a don Carlos la sucesión. Tarea ardua y nada fácil para la cual el nuevo arzobispo tiene sobradas cualidades y reconocido carisma. Porque es una persona con dotes de comunicación y capacidad para acercarse a la gente con una actividad desbordante. Un obispo, ya fallecido, decía en estas páginas que era como un "ciclón". Es una fuente constante de ideas y a un ritmo muchas veces difícil de seguir.

Todo ello le hará falta en la cosmopolita capital del reino en la que se va a encontrar con innumerables situaciones, tendencias, estilos e incluso ideologías que tendrá que lidiar hábilmente con tino y también con diplomacia. Porque allí está la sede del gobierno y sus palabras van a tener desde ahora una proyección nacional. Además es vicepresidente de la Conferencia Episcopal, de momento. Es de esperar que le llegue la púrpura y el respaldo total. Como el que ha tenido en su toma de posesión con una homilía muy estudiada y un estilo diferente. Para empezar va a vivir en el barrio de Chamberí junto a las Hermanitas de los Ancianos y su figura, siguiendo al papa Francisco, pronto será popular en los ambientes madrileños.

Su entrada en la Almudena se vio arropada por la casi totalidad del episcopado y miles de personas de Madrid y de las diócesis en las que ha estado. El apoyo ha sido total. Y su primera homilía giró en torno al mandamiento del amor con ideas cercanas, porque quiere ser arzobispo de todos, creyentes y ateos. Pretende servir desde la cercanía con una Iglesia de puertas abiertas, valiente y audaz hacia fuera y unida hacia dentro y quiere ser padre hermano y pastor de todos en una misión que calificó de apasionante.

Quienes le conocemos sabemos bien que es un hombre con grandes cualidades y un carácter cercano y afectuoso. Todo ello hace presagiar que poco a poco se irá convirtiendo en el líder de la Iglesia en España como otrora lo fueron sus antecesores en la sede de San Isidro. En una Iglesia, hay que recordarlo, que ha dado otrora pero también en el siglo XX una pléyade de santos todos ellos comprometidos con los distintos sectores de la gran villa y corte. Es de esperar también que sus relaciones con el poder político, en las relaciones Iglesia-Estado, se muevan con él en el diálogo y mejor entendimiento. Trabajo le va a sobrar. Desde esta su primera diócesis le deseamos lo mejor.

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