Opinión

El centro de la fe

Celebramos el pasado domingo al centro de nuestra fe: la Santisima Trinidad. En nuestra fe todo empieza y acaba en nombre del verdadero Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nuestras oraciones, todos los actos de culto y devociones, comienzan y deben terminar nombrando a las tres divinas personas, que pese a ser tres son un solo Dios. Y hoy recorrerá nuestras calles esa misma Trinidad: el Cuerpo y la sangre de Cristo.

Tal vez una de mis “manías” en las aulas es que siempre, en todos los exámenes de todo tipo que les hago a los alumnos, sale siempre la misma pregunta en medio de todas las que les planteo, y se lo saben de memoria y es así como al menos tienen un punto en sus calificaciones. Les pregunto: “el Ser y el estar de Jesucristo en la Eucaristía”. Copiando de un trabajo que dejó escrito mi obispo Temiño sobre la Eucaristía, tienen que responder para aprobar: “En la Eucaristía, después de la consagración de la misa, Jesucristo como Dios no solo está sino que es Él mismo con su cuerpo sangre alma y divinidad”.

Y esto deben saberlo bien de memoria todos los que en estas fechas hacen la Primera Comunión. Sabiendo que Jesucristo es la segunda persona de la Santisima Trinidad, igual al Padre y al Espíritu Santo. Las tres personas distintas pero iguales en su dignidad. Y los que reciben ya la Confirmación deben saber además que es un dogma definido en los concilios de Nicea (la divinidad del Hijo), Constantinopla (la divinidad del Espíritu Santo), Éfeso (dos naturalezas, humana y divina, del Cristo, pero una sola persona). Y la Virgen es la madre de la persona humana y divina, como también recuerda el concilio de Calcedonia.

Por suerte para todos los creyentes, tenemos nuestra doctrina muy clara y matizada a lo largo de los siglos y refrendada por los pastores, santos padres y en general el magisterio de la Iglesia, que ha ido matizando esa doctrina a lo largo de la historia, a la vez que de manera clara y tajante ha ido rechazando herejías y dichos que iban en contra de esta doctrina.

Y, además, entre las costumbres de la Iglesia hay una que nunca ha pasado y es la profesión de esa fe. Lo vemos cuando entran o salen del templo y cuando acuden a cualquier santo. Siempre acaban en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Es la verdadera fe que el pueblo ha sabido profesar y transmitir. Una fe cuyo centro es la fiesta de hoy: la Santísima Trinidad.

Es también muy a tener en cuenta que la parroquia más antigua de la Iglesia ourensana sea precisamente la Santisima Trinidad, en la que incluso se celebra la procesión por las calles de la parroquia en el Casco Antiguo ourensano, como preludio de la procesión del Corpus. Una tradición que han conservado los distintos párrocos que han pasado por esta feligresía. Nada mejor para acabar el tiempo de Pascua que la solemnidad de Pentecostés y luego la del Corpus, que las dos se unen a la Pascua de Resurrección. 

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