Opinión

El gran escándalo

El pasado domingo escribía en esta sección el delegado diocesano de Ecumenismo y director del Instituto Teológico sobre esta semana dedicada a la unidad, al ecumenismo. Es la gran asignatura pendiente para todos los creyentes y sobre todo para las religiones monoteístas. Más aún para los que nos llamamos cristianos, que somos la mayoría del mundo.

Muy triste que a lo largo de los siglos se hayan ido dividiendo los seguidores de Jesús de Nazaret de manera escandalosa, porque ese escándalo brota de las razones que lo motivaron, que muchas veces fueron posturas personales más que teológicas o de calado. “Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los principales propósitos del Concilio ecuménico Vaticano II. Porque una sola es la Iglesia fundada por Cristo. Esta división contradice abiertamente a la voluntad de Él, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres” (“Unitatis redintegratio”, 1).

La Iglesia, al convocar el Concilio Vaticano II, una de las inquietudes fundamentales fue la unidad de los cristianos, como se recoge en el decreto sobre Ecumenismo (“Unitatis redintegratio”, publicado el 21-11-64). Pasan los años y se han dado algunos pasos, pero permanece la lamentable división. Siguen sin superarse los dos grandes cismas que ha tenido la Iglesia a lo largo de los siglos. El de Oriente en 1054, cuando se dividieron los cristianos en católicos y ortodoxos. Lamentable división que perdura y que impide la total comunión. Año tras año, en torno al día de la Conversión de San Pablo, el 25 de enero, se pretenden dar pasos que muchas veces se han reducido a simples fotografías mientras la realidad del distanciamiento permanece. Como continúan las consecuencias del Cisma de Occidente y aquel incomprensible episodio del rey inglés y sus reiterados matrimonios que llevaron a Tomás Moro al patíbulo por defender la verdad, por su fidelidad y coherencia con un martirio terrible.

Bien creo que una de las causas del nacimiento de diversas sectas también tiene su origen en esta división de las grandes religiones. Mientras todos los monoteístas permanezcan divididos, seguirán surgiendo. Unidad que nunca debe ser tan monolítica que elimine la doctrina de los otros. Cada uno profesando su credo pero con una lucha común. Saber rezar juntos, caminar al unísono y dar testimonio de que existe un Dios que es igual para todos. Pasaron los tiempos de los proselitismos y los ataques mutuos y es llegado el momento del diálogo la comprensión y el mutuo respeto.

Por su parte, la Iglesia lleva haciendo esfuerzos desde el encuentro de Pablo VI y Athenagoras en 1964, levantando ambos la mutua excomunión, hasta sus sucesores, Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual papa Francisco, y los encuentros múltiples con jerarcas ortodoxos y con las reuniones de Asís para rezar por la paz.

Te puede interesar