Opinión

El hambre

Según Manos Unidas, hay 3.100 millones de personas en riesgo de pasar hambre, mientras el 17% de los alimentos del mundo se tiran a la basura. Hay que profundizar en las causas de por qué cada año se tiran a la basura 14.000 millones de kilos de alimentos.

Fidele Pdga, coordinador del departamento de Estudios y Documentación de Manos Unidas, señala dos líneas de trabajo: la educación para el desarrollo, porque el hambre es una cuestión política, y hay que combatirla también desde la política; pero el hambre también es una cuestión de producción, por lo que la segunda línea es recordar la agroecología, y apostar por pequeños productores.

José Luis Orpella, misionero y médico dice: “En Kenia y el Cuerno de África hay 400.000 personas a punto de morir de hambre y 13 millones de migrantes y refugiados”. Un problema que afecta principalmente a África, donde la prevalencia de la subalimentación se sitúa en el 20%.

828 millones de personas hambrientas en el mundo y 3.100 millones que no pueden acceder a dietas saludables. La sinrazón del hambre, y de los desafíos globales planteados, y exagerados por las guerras, silenciadas a veces, en todo el mundo.

Datos lapidarios: según la FAO, “se produce lo suficiente para alimentar al doble de la población mundial. Las cifras son demoledoras”. Y 2.300 millones estarían en riesgo de seguridad alimentaria moderada o grave, situaciones que “ya no solo se dan en África o Asia, sino también en Europa. También en España”.

Y la situación ha empeorado frente a los objetivos de la Agenda 2030. Hay que profundizar en las causas, y ver cómo se relaciona de manera directa con la pobreza y los más vulnerables, especialmente en el caso de los pequeños agricultores, las mujeres y las comunidades indígenas.

“Esto vulnera el derecho a la alimentación, y toda la carta de Derechos Humanos: el derecho a la vida, a la educación, a la igualdad, y también establecer obligaciones para las empresas multinacionales, que tienen una relación directa con los sistemas alimentarios. La cooperación internacional también es una obligación -dice la FAO-. ¿Por qué 828 millones de seres humanos no consiguen alimentarse dignamente?”. La primera causa es la vinculación del hambre con la producción de alimentos. Tenemos producción suficiente para alimentar a todo el mundo, de modo que el problema es de acceso. ¿Por qué la producción no está donde están los hambrientos? ¿Por qué no se puede cultivar respetando el medio ambiente?

La sociedad debiera volcarse en la COP-27 celebrada en Egipto, criticando los flujos financieros ilícitos que llevan a facturación falsa, explotación de especies protegidas, contrabando y, en general, la corrupción que funciona con el beneplácito de los poderes y que impide un derecho tan básico como el de poder comer. La eliminación de mercados locales y la falta de inversión en la agricultura local son otros de los elementos para explicar el hambre, que es cuestión política, y hay que combatirla también desde la política.

Finalmente, y recién llegado de Kenia, José Luis Orpella, médico y sacerdote, socio local de Manos Unidas en Kenia, relató la crisis alimentaria en el Cuerno de África, denunciando las causas estructurales de la región con refugiados, cambio climático, desplazamientos, ataques islamistas y, especialmente, el negocio de la alimentación de los grandes conglomerados. Desde 1990, más del 80% de la población vive en la pobreza absoluta. Allí es muy difícil un cambio político que acabe con el hambre en el mundo. Pero es posible la necesidad de un cambio para una redistribución equitativa de los alimentos. “Hace 15 años las lluvias eran constantes. Había dos estaciones de lluvia y se podían planificar las cosechas, pero esto ha cambiado y los agricultores dudan qué hacer, carecen de tiempo para plantar, el río se desborda y destruye todo, las sequías son constantes, con temperaturas más altas y menos pastos para los animales”, afirma el misionero.

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