Opinión

Fechas diferentes

Estamos celebrando el Adviento que es el tiempo fuerte, junto con la Cuaresma, que la Iglesia propone para la celebración de la Navidad y la Pascua, respectivamente. Tiempo de reflexión y de volver a las esencias de la fe, en definitiva para convertirnos. El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6, 1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Adviento está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos. Tema de palpitante actualidad.

El Adviento, es un tiempo para “estar más atentos a decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan, en lugar de palabras que humillan que entristecen, que irritan, que desprecian”, recuerda el papa Francisco en la encíclica “Fratelli Tutti”. Vivir un Adviento de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de covid-19, que, por lo que estamos viendo, se niega a abandonar este mundo maltrecho. Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar; un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

Los creyentes estamos llamados a transmitir nuestras profundas convicciones con un estilo de vida que sea capaz de arrastrar a los que van a nuestro lado. Este es el testimonio. Y hoy en día parece que queremos convertir la Navidad en unas simples fiestas y al respecto ya el Parlamento Europeo ha tenido que corregir la idea. Lejos de ser unas jornadas para almacenar regalos, lucir novedades o festejar simplemente, los cristianos debiéramos transmitir ese mensaje que debe llegar a lo profundo del ser para cambiar estilos meramente mundanos.

Nos preparamos para celebrar la llegada de un personaje que mudó el ritmo de la historia porque además de ser verdadero hombre es todo un Dios que viene a salvarnos y a dar sentido a nuestras vidas. Las luces, la propaganda y toda esa parafernalia que rodea al mundo en estos días nunca debiera ocultar lo fundamental que celebramos. El origen de estos días debe permanecer si queremos ser fieles a la historia y a lo que el Niño que nace en Belén viene a traer al mundo.

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