Opinión

Gastos innecesarios

Celebramos esta tarde noche ese momento que siempre a lo largo de nuestros años infantiles esperábamos con gran ilusión e incluso esa ilusión de la Noche de Reyes llega a toda la familia. Si me permiten, haré un inciso para decir que sigo sin comprender por qué se han introducido aquí algunas costumbres que nada tienen que ver en las nuestras ancestrales: el árbol, el Papa Noel y ofrecer los regalos el día de Navidad. La tradición de los Reyes Magos forma parte de nuestra misma idiosincrasia. Es el candor, la intimidad y el gozo al lado de un pesebre en el que nació un Niño que vino a salvarnos.

Francisco pone en guardia contra “el diablo educado, que viene travestido de ángel”. El papa pide que “bajemos un poco el nivel de gastos de Navidad y ayudemos con eso al pueblo ucraniano que sufre tanto. El riesgo está, y es que el ‘aguafiestas’, es decir el Maligno, puede arruinarlo todo, haciéndonos volver al punto de partida; es más, en una condición aún peor. Por eso es indispensable estar vigilantes”.

Como tantas otras veces, en su saludo el papa recordó a la “martirizada Ucrania”, para pedir a la gente un gesto concreto con “esos hermanos y hermanas que sufren tanto, tanto: tienen hambre, pasan frío y muchos mueren porque no tienen médicos”. Para ellos, Francisco pide que “bajemos los gastos de Navidad”. “Confiamos más en nosotros mismos -dice- y nos distraemos y olvidamos esperar y nos acomodamos y dejamos de ayudar a las personas que nos necesitan”.

Tiene razón el pontífice, porque en estas fechas muchas veces nos introducimos plenamente en la sociedad de consumo y seguimos los “consejos” que la propaganda del momento introduce en nuestras vidas. Somos esclavos de la propaganda, del consumo y en definitiva de la sociedad del tener, olvidando que en estos días más que nunca es necesario mirar al ser, que es el que configura o debe configurar nuestra sociedad.

“La vigilancia es signo de sabiduría, es signo sobre todo de humildad, que es el camino maestro de la vida cristiana”, dice el papa. Una oportuna reflexión del papa Bergoglio sobre todo en estas fechas en las que vivimos embotados, abarrotando nuestros centros comerciales para comprar muchas cosas que a lo mejor nunca vamos a utilizar. Es el desmedido afán compulsivo para llenarnos de cosas que, también es cierto, a veces solo sirven para obnubilarnos de la realidad que está viviendo este mundo materialista.

Lo que significa el Día de Reyes es algo bien distinto. Aquellos tres misteriosos personajes que la tradición coloca en el Belén son portadores de tres regalos para ese Niño que nace en suma pobreza: el oro como Rey, el incienso como Dios y la mirra como Hombre. Lo demás significaría salirse del “guión” que marcó la historia y la tradición y que nos aleja del verdadero ser por muchas cosas que pretendamos tener. Sigue siendo cierto el mensaje de San Agustín: “Inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. Un mundo en guerra tras la pandemia es el eje del mensaje papal para la Jornada Mundial de la Paz que comentábamos el pasado jueves y afirma, como ya comentamos: “No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de la sociedad y el planeta”. Y a ello contribuye el gasto ordenado también en estas fechas.

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