Opinión

Para un Jueves Santo

Pedro Miguel Lamet hace un año dedicaba a todas las víctimas de la guerra de Ucrania.
Palabras de María Dolorosa a su Hijo muerto en la cruz: 
“¿Qué te han hecho, Jesús, hijo del alma?
¿A dónde el odio y la envidia te han traído,
que tu cuerpo te sangra malherido
y una espada atraviesa mis entrañas?
¿Dónde fueron las risas de aquel niño
que jugaba en la puerta de mi casa?
¿Dónde partió mi joven carpintero,
dónde, muerto José, mi único amigo?
Te ha matado el poder, la fuerza bruta
que no sabe de luz, que solo mata.
Ya no puedo escuchar tu voz bendita
ni puedo acariciarte con mis manos.
El tiempo se ha parado, todo es noche,
tus discípulos todos han huido.
No hay consuelo ni alivio. Pon tu calma
en medio del dolor, mira qué frío
llena al mundo de miedo y pesadumbre.
Todo pide que vuelvas con tu Pascua.
Resucita, Jesús, en tus hermanos
vuelve otra vez a tus campos y tu barca.
Siembra entre los hombres el alivio
de saber que la vida es tu Palabra.
Repártenos tu Pan, danos tu Vino,
confirma que el Amor todo lo salva.
¡Vuelve a mostrar de nuevo tu camino!
¡Ven, Jesús, resucita! ¡Maranatha!”

Los granadinos tienen una inmensa devoción a la Virgen de las Angustias y, siempre que pasan por la puerta lateral del templo ven y recitan este célebre anónimo soneto:

“No me mueve, mi Dios, para quererte 
el cielo que me tienes prometido, 
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte. 

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte 
clavado en una cruz y escarnecido, 
muéveme ver tu cuerpo tan herido, 
muévenme tus afrentas y tu muerte. 

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera 
que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 
y aunque no hubiera infierno, te temiera. 

No me tienes que dar porque te quiera, 
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera”.


El soneto, por su perfecta factura, figura como modélico en todas las antologías que se precien, desde que lo incluyó en la suya de las Cien Mejores Poesías de la lengua castellana Menéndez Pidal.

Como célebres son los versos de Calderón de la Barca: 

 “¿Qué quiero, mi Jesús?… Quiero quererte, 
quiero cuanto hay en mí del todo darte 
sin tener más placer que el agradarte, 
sin tener más temor que el ofenderte. 

Quiero olvidarlo todo y conocerte,
quiero dejarlo todo por buscarte, 
quiero perderlo todo por hallarte, 
quiero ignorarlo todo por saberte. 

Quiero, amable Jesús, abismarme 
en ese dulce hueco de tu herida, 
y en sus divinas llamas abrasarme. 

Quiero, por fin, en Ti transfigurarme, 
morir a mí, para vivir tu vida, 
perderme en Ti, Jesús, y no encontrarme.

Te puede interesar