Opinión

Lógicas consecuencias

Se quejan las instituciones, comunidades autónomas, ayuntamientos y demás, de que carecen en la actualidad de activo para acometer urgentes necesidades. Me parece totalmente normal que carezcan de dinero. ¿Han sido capaces todos de examinar lo alegremente que han gastado millones y millones de dinero en obras y proyectos faraónicos? Las lógicas consecuencias son las deudas actuales, para lo que acuden al Estado en busca de ayuda.


Una vez que entramos en la UE llegaron los tiempos de la vacas gordas y alegremente se han llevado a cabo en España infinidad de obras sin sentido y totalmente fuera de la realidad. Cada pueblo, aldea o pedanía quiso su aeropuerto, su palacio de congresos y se han acometido proyectos primero innecesarios y después faltos de sentido. Serán hermosas obras arquitectónicas, pero propias de países adinerados. Y ahora caemos en la cuenta de que aquí ni hay petróleo ni plata ni oro.


Estamos viendo como se cierran aeropuertos por falta de sentido de la realidad. Recuerdo que en los años noventa se puso el grito en el cielo para poner una línea aérea de Lisboa a Vigo y A Coruña, se trató como prioritario un AVE Madrid-Lisboa y menudearon las reuniones al mas alto nivel. Llegó Manuela Ferreira Leite, economista, ministra y política portuguesa, y con realidad entonces vituperada, puso punto y final. Ni había viajeros para el avión a Galicia y lo del AVE quedó en agua de borrajas por mastodóntico y fuera de la realidad económica de ambos países. Así de claro.


Se utilizó la demagogia por doquier y ahora se condenan al ostracismo aeropuertos como los de Ciudad Real, Burgos, Albacete, y si me apuran hasta se montaban uno en Retortijo de Arriba para ponerlo después también en el de abajo… Muy triste la realidad con la que ahora nos encontramos. En definitiva ¿qué pasa con la Ciudad de la Cultura de Santiago? Parada la obra principal. Seamos sinceros, hemos vivido unas décadas como ricos y chupando de los presupuestos europeos y los otros, y naturalmente pozos sin fondo hay pocos. Ahora, por mucho que echemos el cubo abajo nunca va a subir más agua.
Ahora nos encontramos con la triste realidad. Aquella burbuja inmobiliaria se vino abajo y muchas de aquellas obras encargadas a arquitectos de prestigio que lucieron su ingenio, para nada sirven. Son innecesarias. Palacios construidos para algo que nunca llegó a saberse.


Y de aquella demagogia se sirvió la clase política para hacer promesas de cara a la galería, pero faltas de base y, como dijimos, ajenas a la realidad del lugar. Pueblos con pretensiones poco menos que las mismas de Madrid o Barcelona. Mire usted, para su pueblo llega un salón debidamente acomodado y déjese de monsergas y de pretender cosas innecesarias.


Por eso la crisis económica, a mi modo de ver, camina por ahí. Como la creación de puestos de trabajo innecesarios prometidos en campañas electorales con una nula visión de futuro, porque los fondos europeos algún día tenían que llegar a su fin. Es ahora cuando algunos se echan las manos a la cabeza y empiezan a dudar para qué sirve haber entrado en la UE. Pero eso dista de ser el verdadero problema. Es otro bien distinto: la ineptitud de pretendidos líderes que redujeron su liderazgo a ofrecer lo que nunca iba a ser sostenible. Ahí está el problema del endeudamiento provincial, autonómico o municipal. Lamentarse ahora es pura y llanamente hipocresía.


Dejo al avispado lector la misión de mirar en su entorno la serie de obras inútiles e innecesarias llevadas a cabo en esos años de bonanza en la que han faltado verdaderos lideres con los pies en la tierra, diciendo al personal lo que debe oír y nunca promesas que gustaban oír y que cosechaban votos. Esta es la cuestión.

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