Opinión

¿Qué más tenemos que aguantar?

Aun cuando Burgos, mi entrañable Burgos, es la “Caput Castellae”, Valladolid es la cabeza de la autonomía y posee grandes tesoros de todo tipo. Como la iglesia de San Pablo en el centro y en el entorno de las otrora residencias reales. Su inconfundible fachada gótico-renacentista la hacen lugar señero de la ciudad del Pisuerga. Allí fue bautizado Felipe II para lo cual tuvo que entrar por una ventana para así pertenecer a esa parroquia.

Pues bien, en ese templo tan querido por los de Pucela, acaba de celebrarse una boda. En el medio de la ceremonia entró un joven gritando “Por Alá” y tratando de tirar por los suelos los objetos litúrgicos que estaban en el altar. Y también en los mismos días en Filipinas, con el mismo grito, entraron unos jóvenes, tiraron las imágenes de la Virgen y los Santos así como la cruz que presidía la parroquia y, tras pisotearlas, partirlas y patalearlas pusieron fuego al templo. Se añade a esto la continua matanza de miles de cristianos pasados a cuchillo, degollados. ¿Y van…?

Se trata de destruir la cultura occidental, Torres Gemelas, Atocha, Niza, París, Berlín, Londres, Filipinas, Australia… ¿a dónde vamos? Hartos estamos los cristianos de poner la otra mejilla. Y a la mente nos viene la hipótesis de qué pasaría si lo mismo hiciésemos con las mezquitas. Ni pensarlo quiero. ¿Tendrán razón aquellos obispos de la zona cuando escribieron al papa apuntando que era una invasión a toda regla? Estamos en una guerra global.

El pasado día de Pentecostés, el cardenal Tagle de Manila se preguntaba: “¿Qué le pasa al mundo? ¿Cómo puede ser posible que seres humanos hagan daño a otros seres humanos? Que todos los que hayan hecho daño se liberen de su orgullo y admitan que han hecho mal. ¿Por qué la gente vota a los que dicen que van a construir muros más altos? Eso quiere decir que esto es lo que quiere la mayoría”. Enfrentamientos en Marawi y asesinatos en Manila… Estos desastres le han llevado al cardenal a preguntarse: “¿Qué le ha ocurrido a la humanidad?” Y a dar una respuesta: “Fraguar la comunión, en un mundo de barreras y muros”.

 Ante más de 6.000 personas denunció los ataques en Filipinas: “Ejemplo de cómo el mundo moderno tira a la basura los valores sembrando desconfianza, división y prejuicios. La única respuesta y esperanza posibles frente al salvajismo del terrorismo, es seguir adelante en el camino de la comunión, la humildad y el perdón. Perdonar significa liberar. Perdonando liberas a la persona que te ha hecho daño, pero te liberas a ti mismo de la prisión de la venganza y la ira”. Y apuntó un dato más en su homilía: “Las ocho personas más ricas del mundo poseen la mitad de la riqueza mundial, mucha riqueza. Pero nadie quiere abordar la desigualdad”.

Precisamente hoy, solemnidad de la Santisima Trinidad, vendría bien que todos, sin excepción, supiésemos valorar lo que significa la palabra “Dios” que es paz, amor, caridad. Utilizarlo en sentido contrario, además de una contradicción, significa un ataque a las misma esencia humana. ¡Nunca el nombre de Dios para matar! Si a lo largo de la historia se ha hecho ha sido siempre un craso error. Cruzadas de este tipo van contra la esencia de lo que el Creador significa.

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