Opinión

Una misericordia alegre

Estamos ya en el segundo domingo de Pascua, en el que celebramos la Misericordia, fiesta reciente en el calendario litúrgico y que posee, sobre todo en estos tiempos, una gran actualidad. El domingo cristiano es el día en el que los creyentes nos encontramos con Jesús de un modo especial, para lo cual nos reunimos en comunidad. Cristo, con el sepulcro vacío, en este segundo domingo se vuelve a aparecer a los discípulos enviándolos a transmitir su mensaje. Y a Juan le encomienda el Apocalipsis. Son enviados al mundo a llevarles la salvación y haciendo presente la Misericordia en el perdón de los pecados.

Bien creo que hemos pasado la Semana Santa, pero tal vez olvidamos el hermoso pregón pascual con el que comienza la Vigilia de la noche de Pascua. Su contenido es lo más logrado de aquella celebración. Necesario sería que lo tuviésemos presente: “Goce la tierra inundada de tanta claridad y que, radiante con el fulgor del Rey Eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero, Y alégrese también nuestra santa madre la Iglesia revestida de luz tan brillante”.

Porque Cristo, dice el pregón, “ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y derramando su sangre canceló el recibo del antiguo pecado. ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes”. Hemos recogido unicamente unos párrafos, pero todo ellos nos ayudarían a los creyentes a afianzar nuestra fe y trasmitirla con la alegría pascual.

Y por ese sendero debiera caminar toda la Misericordia de los bautizados. Porque en realidad todos los que hemos pasado por los sacramentos de la Iniciación Cristiana nunca debiéramos olvidar este testimonio. Es fundamental. Ahora, con los inmigrantes, con la guerra de Ucrania y con tantos avatares por los que pasa la Iglesia, solo siendo misericordiosos podemos cumplir las bienaventuranzas. Un cristiano sin alegría y sin misericordia nunca estará en la línea del mensaje de Jesús.

Es muy triste contemplar comunidades tristes y apostolados que olvidan las enseñanzas evangélicas sobre la alegría. Por eso, en medio de la Cuaresma y en medio del Adviento, tenemos siempre un domingo dedicado a la alegría ya que, como recuerda San Juan: “Vuestra alegría nadie os la podrá arrebatar”. Y todo ello lo recoge la Angélica o pregón pascual que debiera ser el programa para todo el año.

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