Opinión

La monarquía en Asturias

El solemne acto celebrado en el Teatro Campoamor de Oviedo con motivo de la entrega de los Premios Princesa de Asturias siempre depara ideas importantes, habida cuenta de que los premiados lo son. Para empezar, el rey Felipe VI reclamó “serenidad y sosiego para afrontar momentos decisivos para nuestro futuro y la lealtad a nuestro país como uno de los pilares básicos de una sociedad capaz de sobreponerse”. Y destacó: “Esta crisis nos ha hecho ver de nuevo a una sociedad española fuerte, responsable, madura, solidaria y con gran capacidad de superación”. Pidiendo la unidad de todos los españoles, dijo: “La pandemia sirvió para reafirmar la convicción sobre el beneficio de trabajar juntos; sirvió para comprender que, únicamente trabajando unidos, por el bien común de todos, es posible afrontar las situaciones más difíciles y salir victoriosos de ellas; sin olvidarnos de nuestras raíces, de nuestras referencias, de todo lo que ya hemos recorrido como sociedad, y de los fundamentos de nuestra convivencia en paz y libertad, porque la fragilidad de los valores democráticos, que no nos vienen dados y cuyo vigor y vigencia demandan siempre una defensa firme, es permanente, constante y consciente”. Certero juicio sobre la situación actual en España. Para lo cual tuvo un recuerdo para los habitantes de La Palma: “Nos han pedido que no les olvidemos y, junto a todos los españoles, así será; no les olvidaremos”.

La gran ovación de la tarde fue para la madre del rey, doña Sofía, quien tuvo que saludar dos veces ante la insistencia y ovación de los invitados. El presidente de la Fundación fue interrumpido en su discurso cuando tuvo palabras para ella: “Nos honra con su presencia, y ha dado en tantas ocasiones buena prueba de su afecto por nuestra Fundación”.

También el rey advirtió sobre “las situaciones y conflictos que a diario ponen en peligro todo lo conseguido y cuestionan la legitimidad de principios que son irrenunciables en materia de derechos de la mujer. La violencia, la discriminación, la falta de oportunidades en suma. El empeño de mujeres como nuestra premiada sigue siendo imprescindible para la construcción de un mundo en equilibrio y más justo, en aras de la igualdad de las niñas en países africanos que viven una situación tan injusta solo por el hecho de serlo”.

Tuvo el rey cariñosas y reconocidas palabras para los premiados y, en especial, para los descubridores de las vacunas, la deportista y para el cocinero José Andrés, asturiano de nacimiento, premio de la Concordia, por su labor con la ONG World Central Kitchen para llevar un plato de comida a los más necesitados en situaciones extremas. Y manifestó: “Entendemos que el mundo necesita mesas más largas, en las que la comida pueda servir para unirnos, y no muros más altos que nos mantengan separados”. Terminó don Felipe: “El recuerdo de las víctimas de la covid-19 siempre permanecerá entre nosotros”

El Evangelio de la solidaridad, más presente que nunca en los Premios. José Andrés concluyó: “Las personas sin voz y sin rostro necesitan a personas que las cuiden. Necesitan a personas que las traten como personas. Esas personas no quieren nuestra limosna, quieren nuestro respeto y su dignidad. Nuestro futuro depende de que el mundo se alimente mejor, en el que la comida sea la solución, no el problema. Debemos mejorar la salud y ahorrar dinero si a diario proporcionamos a nuestros niños y personas mayores comidas nutritivas y sanas. Debemos alimentar al mundo de esperanza”. Un discurso que podría estar firmado por el papa Francisco, por el “Poverello” de Asís o por los cientos de miles de misioneros. José Andrés, que ha cedido el importe del premio a los damnificados del volcán de La Palma, lleva repartidas más de 60 millones de comidas en distintas tragedias.

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