Opinión

Un monje entrañable

Acaba de dejarnos el Padre Damián de Oseira. Una institución a la que debe tanto la abadía y la iglesia por cuanto con mimo, constancia y cariño hizo por el patrimonio del cenobio. Reorganizó la biblioteca dotándola, con una insistencia laudable, de unos fondos recogidos por todas partes. Sabía pedir libros para la que poco a poco está siendo un lugar de estudio y consulta. Vivía su vida monástica en torno al minucioso cuidado de tantas logradas investigaciones en los archivos más rebuscados.

Oseira ha sufrido, a lo largo de los siglos muchos y muy variados avatares, con desamortizaciones y exclaustraciones incluidas. El último momento difícil para la comunidad ocurrió a comienzos de los años sesenta con una historia digna de ser recordada. Había decidido el abad general del cister retirar a los monjes de Oseira, con lo cual volvería al abandono y la pérdida de este edificio señero. Durante el concilio, el obispo Temiño hizo lo indecible por conservar su presencia ante la rotunda negativa en roma del abad general. Cuando ya estaba decidido el cierre, el obispo acudió al cardenal antoniutti, que lo tranquilizó y le prometió que le ayudaría a buscar otra orden. Así las cosas a los dos días fallece de repente el abad general y los monjes continuaron el Oseira.

Eso sí, con un cambio profundo del personal monástico, que se llevó a cabo con gran sigilo en la presencia del Prelado avanzada una noche. más tarde regresó un grupo, en el que se encontraban el P. Plácido, que luego llegó a ser el primer abad de la época moderna, y los padres Honorio, Germán, enadino, Juan maría y el Padre Damián, entre otros. Es notoria la ingente labor que cada uno de ellos acometió. Cada cual puso su grano de arena y es así como se restauró ese gran edificio señero, honra del patrimonio gallego gracias en gran parte al P. Juan María y al P. Plácido, como la ventela está restaurada por la labor del P. Enadino... Todos colaboraron.

Sin biblioteca el P. Damián acometió una labor que pasará a la Historia ubicándola y llenándola de volúmenes venidos de múltiples lugares a los que acudió con su humildad solicitando donaciones. bibliotecas particulares y de sacerdotes fallecidos, así como la del obispo arauxo.

Era un hombre sencillo, afable, para quien todo el mundo era bueno. con un candor e inocencia propia de las almas grandes y entregadas a la vida del espíritu. Gran monje, excelente estudioso, investigador incansable y entrañable persona. Descanse en paz y que la abadía sepa encomendar su misión a quien la lleve adelante siguiendo sus pasos. 

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