Opinión

El obispo Zon, un premio para la diócesis

El nombramiento de Adolfo Zon como obispo es, sin duda alguna, un premio y un reconocimiento para la labor misionera que durante tantas décadas ha manifestado la diócesis ourensana. Me imagino la gradísima alegría que nuestro entrañable Aurelio Grande tendrá en el cielo. Sin duda alguna. Como la tendrá su párroco Antonio Álvarez Armada. El misionero javeriano natural de Seixalbo Adolfo Zon Pereira (1956) fue nombrado por el papa Francisco obispo coadjutor de la diócesis de Alto Solimes, Brasil. Había sido ordenado sacerdote en Ourense en el año 1986, después de haber cursado sus estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de Ourense y en Madrid. Licenciado en Doctrina Social de la Iglesia. 

Si es cierto que la vitalidad de una diócesis se mide por su seminario y por la labor misionera, la iglesia de San Martín, de San Francisco Blanco y del Beato Aparicio debe estar de enhorabuena. Roma ha sabido valorar todo esto en la persona de ese vecino de Seixalbo que ha llegado al episcopado. Un hombre sencillo, cercano y sobre todo alegre y popular. Justo los parámetros en los que se mueve el actual papa. Salió de las aulas de nuestro seminario y desarrolló gran labor pastoral en Pamplona antes de ir a misiones a Brasil, donde lleva dos décadas.

Y el lema de este año del día del Domund, que se celebra hoy, le cae como anillo al dedo a Adolfo Zon: "Renace la alegría. Yo soy Domund". Es impresionante constatar la alegría de nuestros misioneros. Posiblemente de los que más transmiten ese gozo de felicidad que es la verdadera alegría. Incluso en momentos de gran persecución y muerte como estamos viendo en muchos países. El testimonio de otro ourensano, Luis Cachaldora, negándose a dejar por seguridad su misión perseguida, es ejemplar. Y esa es la línea porque un cristiano que es incapaz de manifestar esa alegría que en cada momento renace en el contacto con aquellas gentes sencillas, abandonadas y muriendo ya sea por el ébola, la guerra u otras tragedias revela a las claras que el motor que mueve todas estas vidas es muy profundo. Que hay una mano detrás que les transmite fuerza y el gozo del deber cristiano cumplido.

El Domund es una llamada de atención para muchos de los que aquí quedamos muchas veces muy bien colocados. Los misioneros son otra cosa. Y esa labor y ese espíritu requiere labor de tiempo que la Delegación de Misiones ourensana ha sabido utilizar. La misión en Ecuador, la gran ansia de Aurelio Grande, es un exponente más. Como han creado ambiente aquellos grupos de la CMD inolvidables, la familia Gesto y los multitudinarios festivales organizados todos los años puntualmente.

Por todo ello la jornada de este año del Domund, también en tiempos de crisis, nos pide a todos esa ayuda inestimable para que cuantos allá trabajan puedan contar con nuestro respaldo generoso y necesario.

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