Opinión

Un personaje real

Cuando uno lee ciertas cosas se pregunta, tras restregarse los ojos para descubrir si está despierto, si quien las escribe padece amnesia, desconoce la historia objetiva o acaso pretende con sus ocurrencias sensacionalistas poner una pica en Flandes o ganar dinero con la publicación. El atrevimiento y la osadía llega a infinitas cotas hoy en día frente a un consentimiento universal que desvanece ciertas “genialidades”.

Son dos mil millones de habitantes de este planeta los que sostienen una realidad que negarla supondría cuando menos una ofensa. La figura de Jesús de Nazaret, con la historia en la mano, es una realidad para creyentes y ateos sensatos y cultos. Y lo justifican los testimonios romanos, judíos y cristianos de entonces.

En el año 313, estando ya en el lecho de muerte, el emperador Constantino hizo público el célebre Edicto de Milán, que supuso la tolerancia del cristianismo y en él se establecía la libertad de religión en el Imperio romano, dando fin a las persecuciones dirigidas contra el cristianismo fundado tres siglos antes. Aquellos cristianos, aquella Iglesia, había estado refugiada en las catacumbas. ¿Cómo se puede afirmar que la fundó Constantino?

La existencia de Cristo se puede afirmar sin duda con innumerables testimonios de solvencia. Su figura comienza a tener dimensión histórica fundamental para los romanos a partir de su misma muerte en el Gólgota. Tácito (55-120), en su obra histórica desde el año 14 hasta la muerte de Nerón, “Los anales de Roma”, al hablar de la persecución escribe: “Nerón sometió a torturas refinadas a los cristianos, un grupo odiado por sus horribles crímenes. Su nombre viene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato”.

El cronista Suetonio (70-140), en su libro “Vida de los doce Césares”, cita al cristianismo. Y Plinio el Joven (82-113), gobernador de Bitinia (hoy Turquía) escribiendo al emperador Trajano es muy claro: “Los cristianos antes de salir el sol entonan un cántico a Cristo como Dios y juran no cometer hurtos, latrocinios, adulterios y no faltar a la palabra dada”. Y lo mismo las fuentes judías como el Talmud o el historiador Flavio Josefo, que da detalles de la vida de Jesús: “Un hombre sabio que atrajo a muchos judíos; y el cristianismo no ha dejado de crecer hasta nuestros días”.

O el procurador romano que pregunta al emperador qué hacer con Él precisamente porque lo consideraba un peligro por el aumento constante de seguidores. Y nada digamos de los incontables testimonios cristianos recogidos en tantos códices y publicaciones de la época que son históricos, auténticos y veraces escritos siglos antes del emperador Constantino.

Por todo ello y mucho más, parece cuando menos osado negar la existencia de una persona que ha cambiado el mundo, creado una cultura distinta y suscitando por todo el mundo tantos seguidores capaces incluso de dar la sangre por Él como Él mismo la dio en la cruz por todos. Lejos, muy lejos de ser un “fantasma” o un “Quijote”.

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