Opinión

Pluralismo en las formas, unidad en el fondo

Últimamente se está prodigando por algunos sectores de la sociedad española el deseo de un cambio de régimen y la creación de un estado diferente. En el fondo es un fruto más del independentismo que aflora en ciertos lugares de la Península. Tanto algún vasco como algunos catalanes, y sobre todo en torno al Día de la Constitución, sacaron a relucir sus deseos de un país distinto. Salimos de la dictadura con una Transición que ha sido modélica para muchos otros países. Votamos mayoritariamente una Carta Magna que hemos de reconocer que ha traído la democracia a España a través, también es cierto, de una monarquía parlamentaria. Sigue siendo el órgano legislativo español el que dirige los destinos del país y queda muy claro que “el rey reina pero no gobierna”. Y, con todos los posibles defectos, ha ido dando resultados muy aceptables. Surge ahora la idea del pluralismo del Estado, algo que es exponente de la variedad de una población plural que se refleja en el Congreso con el aumento del número de partidos que lo conforman. Este pluralismo es algo positivo siempre que sea el del pueblo a quien representan sus señorías. Y ese pueblo, en número mayoritario, lo que desea es la paz social, la convivencia sosegada y el bienestar ciudadano. Ni los sobresaltos ni la incertidumbre conducen a todo ese cúmulo de deseos a los que deben conducirnos cuantos ostentan el honor de ser los legisladores.

Posiblemente llegue el momento de una revisión de esa ley de leyes, pero tenemos muchas dudas de que ese momento sea el presente. Ya lo afirmaba Iñigo de Loyola: “En tiempo de turbaciones nunca se toman decisiones”. Nunca las precipitaciones han sido buenas para nadie; el pluralismo es siempre bueno, pero si se conserva la base fundamental, que es la unidad de fondo.

Para los creyentes, nos viene a la memoria en primer lugar el célebre pensamiento de San Agustín (354-430 d.C.) que es tan relevante en estos tiempos como cuando lo escribió en los inicios del cristianismo. La frase en latín dice: “In necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas” (en lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad o amor). En la sociedad actual muchos problemas son complejos y merecen unas reflexiones más profundas, pero el santo de Hipona nos da tres principios que podemos poner en práctica mientras navegamos en este clima de tensión y cambios extremos.

Y San Pablo, escribiendo a los corintios, habla de los distintos carismas que existen en el mundo. Enumera muchos de ellos, pero la conclusión a la que podemos llegar es clara. No necesitamos aquí investigar cuál era el contenido concreto de cada uno de esos dones. Lo que nos importa es que todos tenemos un papel en la comunidad. Si alguien preside, no es para mandar, sino para reunir. En las comunidades paulinas nadie manda, nadie impone. Se realiza lo que dijo don Helder cuando llegó a Recife: aquí dos palabras son prohibidas: mandar y exigir. Y Benedicto XVI lo dejó muy claro: “No se impone, se propone”

Principios muy a tener en cuenta también hoy en día si es que nunca deseamos las dictaduras. Las leyes son para la convivencia, entendimiento y diálogo. Sigo preguntándome si esas chocantes opiniones conducen a la estabilidad en este país ni en el momento presente ni nunca. Porque mala es la dictadura de uno solo, pero peor la de grupos con intereses aún por descubrir. Este es el fondo de la cuestión que debieran preservar nuestros representantes.

Esperemos que el año que mañana comienza nos depare más sosiego y cordura y se eviten tantos enfrentamientos innecesarios. Sufrimos con la pandemia para que se añadan ingredientes fuera de tono. Feliz 2021 para todos.

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