Opinión

Reinar desde el servicio

Han pasado, ¡a Dios gracias!, los tempos en los que el mando era una dictadura. Y estamos en una época en la que el mando y el gobierno son un servicio como lo es el del barrendero, el alcalde, el rey o el ministro de turno. Cada uno desde el lugar que ocupa está llamado a prestar un servicio a la sociedad o al colectivo en el que se mueve. Lo contrario lleva a la corrupción de seres que aún sueñan con la esclavitud. Los súbditos, los vasallos, los empleados, los subalternos han pasado o debieran haber pasado de moda.

Todos en el mundo somos personas con una dignidad que emana de ser hijos de un mismo Padre, de quien somos imagen y semejanza. Aquí radica la igualdad que tan bien recoge el apóstol San Juan en sus cartas. El "apóstol amado" y también el lema oficial desde 1848 de la Revolución (1830) y la República francesa nacida de la Ilustración: "Liberté, égalité, fraternité". Fue eliminado lema por el Imperio, añadido de nuevo en las constituciones de 1946 y 1958, y sustituido en la II Guerra Mundial por "Trabajo familia, patria". La frase entera originariamente era: "¡Libertad, igualdad, fraternidad o la muerte!", que fue eliminada por las reminiscencias bélicas y el terror, siendo utilizada después como un canto a la democracia

La laicidad gala sostenida en esas tres palabras bien interpretadas sería perfectamente admisible también desde las páginas evangélicas. Pero ocurre que se insiste siempre en la libertad y la igualdad postergando la fraternidad. Este olvido o al menos marginación tiene unas consecuencias para lo que hoy me gustaría escribir. La fraternidad supone un Padre común. Hijos de un Padre. Otra interpretación iría en contra de lo que significa "fraternidad". Y de aquí nace la verdadera igualdad así como la libertad. Personas y como tal libres y por ende con un Padre común que por definición lo sería con mayúscula.

Por eso el servicio es común sin diferencias de clase, color o raza. Esto es lo que emana de toda la enseñanza cristiana resumida en las Bienaventuranzas que son para todos. La fiesta de hoy, "Cristo Rey del universo", debe interpretarse en ese sentido. Celebramos a un Rey que viene a hacer el mayor servicio a la humanidad: la justicia, la paz, el amor y la base de esa fraternidad. Ese es el Reino nuevo que vino a predicar Cristo vencedor en el árbol de la cruz, desde donde ha hecho el mayor servicio y dado el mayor ejemplo. Un Reino cuyo Rey es el Camino, la Verdad y la Vida.

Un Reino que pese a ser espiritual y ajeno a las leyes de los reyes de este mundo tiene unos efectos sociales universales, y su ejemplo, de seguirlo, traería a la humanidad un mundo y un estilo nuevo. Es el gran servicio al que están llamados todos cuantos, por seguirlo, se constituyen en sacerdotes, profetas y reyes.
 

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