Opinión

Sería estrepitoso fracaso

Sin duda alguna, para una persona sin fe la vida de Cristo acabó en un estrepitoso fracaso. Después de un sinnúmero de mensajes y hechos impresionantes, acabó clavado en una cruz, abandonado y desangrado. Todos le abandonaron en el Gólgota menos su madre, alguna otra mujer y el discípulo y apóstol Juan. ¡Qué ingratos tantos que se beneficiaron de su mensaje y de sus ayudas!

Pero, y lo recuerda Pablo a los Corintios (I, 15), Cristo resucitó y se apareció a gran número de personas además de a los apóstoles. Y, recuerda el Apóstol de las Gentes, de nada serviría nuestra fe sin ese hecho que marcó la historia. El sepulcro estaba vacío porque aquel cadáver que habían depositado allí resucitó como había anunciado.

Aún más desconcertante sería que, tras esa resurrección, una vez muerto en la cruz y enterrado, se hubiese ido dejando huérfanos a todos sus seguidores. La Ascensión que celebramos hoy es cualquier cosa menos el olvido: “¿Qué hacéis mirando al cielo?”. Volverá, como os ha dicho.

Lo había anunciado también: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas y os voy a preparar sitio”. También prometió que nos enviaría al Espíritu Santo que nos guiaría y transformaría pasando de temerosos a valientes testigos hasta derramar sus vidas. Así fue. Porque, de lo contrario, sería incomprensible el testimonio de tantos millones de seguidores y mártires a lo largo de la historia.

La fiesta de hoy, lejos de ser un angelismo, es un mensaje para los creyentes. Es cierto el refrán “a Dios rogando y con el mazo dando”. Porque la vida de los creyentes lleva necesariamente al testimonio diario de sus seguidores. Tenía razón Pemán cuando dejó aquellos versos que lo recuerdan: “Ni el rezo estorba al trabajo ni el trabajo estorba al rezo. Porque trenzando juncos y mimbres, se puede lograr a un tiempo, para la tierra un cestillo, y un rosario para el cielo”.

El actual papa Francisco da un ejemplo constante de ese compromiso. Está muy cerca del que sufre, del pobre y del necesitado, pero también sabe dar muestras de una espiritualidad emanada de las exigencias del bautismo. La Ascensión, otrora celebrada el pasado jueves, es también una llamada a cultivar esos dos puntos: el rosario y el cestillo. La fe es compromiso con la vida diaria y el trabajo. Olvidarlo sería un angelismo estéril que a nada conduce.

Es necesario recordar que la Iglesia, desde siempre, ha sabido, o al menos pretendido, unir las dos exigencias: el trabajo y la oración. Ya desde San Benito con el “ora et labora”, han sido todos los fundadores y santos en general los que han sabido dar testimonio de ello. Por eso la Ascensión sigue teniendo vigencia para la fe de los creyentes. Hoy también se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, bajo el lema “Comunicar encontrando a las personas donde están y como son”, muy en consonancia con lo que decimos. 

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