Opinión

La sinrazón de la guerra

El cardenal secretario de Estado de su santidad, Pietro Parolin, ha pronunciado una interesante conferencia en el Palacio Borromeo, en el evento organizado por la Embajada de Italia ante la Santa Sede, en colaboración con la revista de geopolítica Limes y los medios de comunicación del Vaticano (L’Osservatore Romano y Radio Vaticano-Vatican News), en el que también estuvo presente el presidente de la República, Sergio Mattarella. Ante el próximo día 1º de enero, que la Iglesia dedica a pedir por la paz, bien estará reflexionar sobre el tema.

Comenzó afirmando: “La guerra es un error, y un horror. Hay que hacer todo lo posible para parar la guerra en Ucrania. No permanezcamos sordos a los pueblos que piden paz, no guerra; pan, no armas; atención, no agresión; con nuevas herramientas. Necesitamos valor, apostar por la paz, por el diálogo y la cooperación, y nunca amenazas y divisiones”. 

El pasado 2 de octubre, el papa Francisco afirmaba: “Tras siete meses de hostilidades, deben utilizarse todos los medios diplomáticos para poner fin a esta tragedia. La guerra es un error y un horror y existe el riesgo de acostumbrarnos, acabando por dejar de prestar atención a la lluvia de misiles, numerosos muertos, niños abandonados bajo los escombros, soldados muertos, un país arrasado, ciudades destruidas sin electricidad y el medio ambiente devastado”. 

Las lágrimas del papa en oración a los pies de la Inmaculada en la Plaza de España el pasado 8 de diciembre son un poderoso antídoto contra el riesgo de la costumbre y, por tanto, de la indiferencia. 

“Resulta aterrador -dijo el papa- que se haya vuelto a hablar del uso de artefactos nucleares y guerra atómica como posibles eventualidades. Y en varios países se ha acelerado la carrera por el rearme, con enormes inversiones de dinero que podrían utilizarse para luchar contra el hambre, crear puestos de trabajo, garantizar una atención médica adecuada a millones de personas que nunca la han tenido”. El mismo papa se dirigió directamente a Putin y a Zelensky suplicando al primero que detuviera esta espiral de muerte y apelando al segundo para que se abriera a propuestas serias de paz: “Tenemos que abordar esta crisis, y muchas guerras, con nuevas herramientas necesitamos valor, apostar por la paz y no por la guerra; por el diálogo y la cooperación, y no por las amenazas y las divisiones. 

”Así pues, ¿por qué no volver atrás y releer lo que salió de la Conferencia de Helsinki? ¿Creemos aún en las reglas dadas tras la Segunda Guerra Mundial? No releguemos el sueño de tantos jóvenes al ámbito de la utopía”.

En 1963, san Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in terris”, decía: “La justicia, la sabiduría y la humanidad exigen que se detenga la carrera de armamentos. El desarme es la única respuesta adecuada y que se intenten pasos concretos en esta dirección. No permanezcamos sordos al grito de los pueblos que piden paz, no guerra; pan, no armas; atención, no agresión; justicia, no explotación económica; energías limpias y renovables para el desarrollo, no energía atómica para artefactos destructivos”. Y que se vuelva “a releer la Declaración sobre los principios que rigen la soberanía; no recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza; la inviolabilidad de las fronteras; la integridad territorial de los Estados; la solución pacífica de las controversias; contraídas en virtud del derecho internacional”, dijo el cardenal Parolin.

 “Que Europa -como afirmó san Juan Pablo II en Santiago- vuelva a ser el faro de una civilización basada en la paz, y la justicia”. La Santa Sede está dispuesta a todo lo posible para favorecer este camino y repetir las palabras de san Pablo VI en las Naciones Unidas: “¡Nunca más la guerra! La paz debe guiar los destinos de los pueblos y de toda la humanidad”. Un mundo en guerra tras la pandemia, eje del mensaje papal para la Jornada Mundial de la Paz de este año, y en él dice Francisco: “No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de la sociedad y el planeta”.

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